martes, 22 de diciembre de 2009

TODO SIGUE PEOR


Falta un día para cumplir un mes desde la última nota publicada.
¿Por qué el silencio? No sé muy bien. Acaso por el hastío de estar repitiendo temas: gobernantes que no escuchan (o no quieren hacerlo), opositores que hablan y se quedan en eso, más muerte que asusta y acobarda, cada vez menos alegría (y eso que se vienen las fiestas).
Por momentos tengo la sensación que la Argentina es un país resignado a aceptar su condición de sufriente fracasado.
En casi un mes de silencio en el blog, moviéndome en otros ambientes sin dejar de captar sensaciones (¿cómo hace un escritor y periodista para conseguirlo?), mi percepción se agudizó.
Escucho: “Por poco menos que esto, en Francia dan vuelta el país”. Es cierto. Y acá ocurren iguales o peores cosas que en Francia y nadie da vuelta el país.
Ni siquiera lo intenta.
¿Es necesario aclarar que lo de “dar vuelta el país” es en sentido figurado, metafórico, simbólico? Peco de obvio para no activar el detector de “destituyentes”. Por este lado van mal, muchachos.
Todavía no salgo de mi asombro sobre el bochorno del pasado 10 de diciembre. Un ex presidente y la Presidenta a pura discusión telefónica: “Bajen al recinto”, ordena ella. “Si bajamos, ganan ellos y después vienen por todo”, argumenta él.
Aunque luego el hombre bajó al recinto y tuvo que respetar un acuerdo previo (cosa que debe haberlo indigestado por varios días), me queda la duda: ¿Qué es ése todo por el que va a ir la oposición? ¿El patrimonio nacional es de alguien? ¿Fue usurpado? Respuesta teórica según la Constitución: no. Respuesta práctica según la realidad argentina 2009: sí.
La Presidenta pronostica un 2010 donde la venta de automotores será tan espectacular como los fuegos de artificio de fin de año.
Analizando las escuálidas cifras del plan canje de automotores, que ella misma anunciara hace unos meses, con los habituales bombos y platillos de la cadena nacional de la que tan enamorada está, uno duda del pronóstico.
El ministro de Economía afirma que las arcas oficiales no podrían estar más sólidas. Pero los compromisos con los acreedores se afrontan con las reservas. No hay que ser diplomado en Chicago para sospechar que algo no anda bien.
El Jefe de Gabinete frena a la Policía para que no cumpla con una orden judicial, aunque reivindica la Constitución. La Presidenta exige que el Poder Judicial sea prescindente del poder económico. El Poder Judicial se enoja con ambos pero no esboza una autocrítica a partir de la cual se pueda edificar una reforma que, a muchos funcionarios de ese poder, pareciera no convenirles.
El ex presidente, verdadera alma política en pena, anda paseándose por los rincones denunciando desestabilizaciones, planes macabros y objetivos ruines trazados por la oposición, en lugar de asumir que, desde el 10 de diciembre, deberá comandar una minoría.
El patagónico está dispuesto a tapar el sol con las manos, a vender humo en cuotas, o a tratar de fumar debajo del agua, para disimular algo absolutamente común en la vida cotidiana: haber perdido.
Para él, perder es morir (políticamente hablando). Nada más fundamentalista ni antidemocrático que ese pensamiento.
Entonces, para seguir disimulando, lo reta a duelo a Duhalde; y por Duhalde responde su esposa, Hilda “Chiche”, a quien le contesta Reutemann, quien a su vez sintió que Hilda “Chiche” le mojó la oreja.
Gente grande, aunque no parezca.
Mientras tanto, Moyano hijo bloquea plantas petroleras, aumentan los piquetes porteños (ya nadie sabe por qué), se vino el tarifazo en el transporte de larga distancia y sospechamos que seguirán otros en los demás servicios. Todos convenientemente disimulados en esa suerte de siesta social que se da entre las fiestas y las vacaciones de los que pueden tomarlas y salir.
Los comunicadores pronostican un 2010 políticamente “caliente”. El ciudadano común está cada vez más (peligrosamente) desinteresado con lo que pasa, y siente que nadie lo escucha ni lo entiende. Ni siquiera las personas que él votó en 2009 para que lo escucharan y entendieran.
Los argentinos no sabemos perder.
Le pasa a la Presidenta, al ex presidente, a la oposición y a los hinchas de fútbol.
En La Plata, simpatizantes de Estudiantes pintan frases contra Messi porque festejó el golazo del triunfo del Barcelona en la final del Mundial de Clubes, en lugar de reconocer la superioridad del rival y los méritos de los muchachos comandados por Alejandro Sabella, que con un juego destacable fueron borrando, en parte, la ignominia futbolística de aquellas épocas de un equipo al que algunos consideraban con “mística copera” y yo una horda de salvajes, mentores fundamentales del antifútbol argentino.
Somos así.
Nos vamos de vacaciones a una casa para dieciseis personas en Mar del Plata, que pagamos a la romana con la familia unita, comemos fiambre durante quince días, y a la vuelta mentimos: “Punta del Este estuvo genial. No hay como un chalet íntimo para disfrutar del descanso”.
Al cansancio de esta época del año, creo que le sumo la fatiga de ser argentino. Esa que proviene de creer que estás de vuelta de donde nunca llegaste; de convencerte que sos mejor que aquel que, si compitiera con vos, te dejaría en zona de descenso directo; de comerte todos los amagues y pensar que siempre te quedás con la pelota.
Somos los únicos que podemos cambiar esta historia.
Pero siempre estamos esperando que lo haga otro.

lunes, 23 de noviembre de 2009

LOS GUARDIANES DEL MODELO


Son hombres y mujeres que aseguran defender un modelo nacional (¿o nacionalista?) y popular (¿o populista?).
Se definen como democráticos, pero execran sin miramientos a quienes osen poner en duda la vocación patriótica y la transformación de la Argentina que el admirado (por ellos) matrimonio habría puesto en marcha desde hace seis años.
Repiten, como el peleador callejero o el ministro hiperparlante, el gastado discurso que -variantes más, variantes menos-, adjudica todas las calamidades propias a responsabilidades ajenas: la derecha, la prédica destituyente, los medios de comunicación, los monopolios o los famosos de la televisión.
En general, reivindican un pasado poco comprobable de militancia, lucha popular y fidelidad por una causa que ni siquiera pueden explicar con claridad. Son idénticos a sus mentores.
Unos pocos participan de alguna que otra marcha, pero la mayoría consume hectolitros de mate, mientras escucha con militante atención la radio AM más oficialista.
Periodistas infieles a la causa u oyentes descarriados sufrirán la ira de estos insignes revolucionarios, bramando en el contestador telefónico de la producción de los programas para poner orden.
Suelen confundir inconformismo con resentimiento e imaginar que, entre los palos de la yerba mate, se abren camino por la Sierra Maestra, blandiendo sus armas para combatir al enemigo.
Compran, sin revisar ni la fecha de envase ni de vencimiento, el discurso vacío e incoherente de quienes aseguran luchar contra la pobreza y amasan fortunas personales dignas de figurar en la revista Forbes.
No existe familiar, amigo o conocido que no sea merecedor del escarmiento en caso de contrariar el dogma innegociable.
Anacrónicos, patéticos y contradictorios, están decididos a embestir contra todo aquello que ponga en peligro el triunfo final, que (de producirse) será de unos pocos y ni siquiera los contará entre los festejos.
Pontifican como sabihondos y se oponen rabiosamente a admitir un solo error.
Jamás reconocerán que la pantomima que sostienen y protagonizan se alimenta de un odio absurdo, absolutamente funcional para quienes se aseguraron el botín, aun a costa de dividir a una sociedad sin reflejos y a una oposición política desmembrada y confundida.
Fieles a sus líderes, seguirán en la lucha, a la espera de esa jornada jubilosa que nunca llegará, y que los encontrará abandonados, frustrados y resentidos, intentando el camino de vuelta desde la Sierra Maestra, en medio de los palos de la yerba mate.

martes, 10 de noviembre de 2009

HABLA, HABLA, Y NO PARA DE HABLAR


Habla, habla, y no para de hablar.
Fusilamientos mediáticos, goles secuestrados, plan canje de calefones en cadena nacional.
La pobreza molesta si es televisada. ¿Si no es televisada no existe? Razonamiento poco “cinéfilo”. ¿O tenía razón Marshall McLuhan: “El medio es el mensaje”?
Si se cuestiona la inseguridad, allí subyace una campaña de la derecha.
No se puede hablar de la falta de timón, pues estaríamos frente a una prédica destituyente.
Entonces, ¿todo está genial y no nos damos cuenta?.
“La envidian porque es linda e inteligente”, opina un peleador callejero cuyos elogios son salvavidas de plomo.
¿Envidia? ¿Linda? ¿Inteligente? Mejor, la Gran Coco Basile: “No comments”.
Mientras tanto, habla, habla, y no para de hablar.
¿Incontinencia verbal? ¿Retórica estéril?
Ambas cosas.
Y un aplazo en gramática: “denostan al estado”. Tal vez la intención fue decir “denuestan al estado”. Vieja verdad: los libros no muerden. Y las conjugaciones verbales son implacables.
No hay subtes, la calle es un pandemónium de irascibles conspiradores, en auto o a pie, que desearían embestir furiosamente a quien se le cruce en el camino.
A veces lo consiguen.
No importa.
Hay que reorganizar los partidos políticos, aunque no se sepa qué hacer con los otros partidos “reorganizados”: el Fútbol Para Todos que, según parece, no lo va a pagar ninguno.
Tinelli, Susana y Mirtha opinan y, automáticamente, son descalificados.
Protestan porque tienen plata, dicen.
Lo bueno es que quienes los descalifican no la tienen.
¿O sí?
Los ricos no pueden opinar y a los pobres no hay que mostrarlos por televisión.
La clase media, que es la que queda, se gasta los dedos escribiendo imprecaciones antioficialistas en los foros de la web.
No hay que creerles. Los destituyentes no descansan. Una dosis diaria de “Seis en el siete a las ocho” y otra semanal de “Televisión Registrada”, y ahí verán lo que es bueno para los que, parece, no son tan buenos.
Habla, habla, y no para de hablar.
Y le hace coros uno de los muchachos del elenco estable: denuncia una conspiración desestabilizadora, da nombres y apellidos.
¿Es responsable en este momento crear semejante clima de temor? ¿O habrá que jugarle unos boletos (ojalá que no) a una maniobra maquiavélica y autovictimizante?
El subsidio por hijo (eufemismo que se coloca en lugar de “pobreza”) muestra a los pobres sometidos a la indignidad de la demagogia.
Alguna madre, entonces, se quiebra y llora.
Pero, atención, no hay que creerle: lo hace frente a una cámara de televisión. Los fusiles mediáticos están siempre al acecho.
Muerte, delito, paranoia, incompetencia, irritación social, diarios a domicilio por avión, exabruptos, secretarios enriquecidos, patrimonio sospechoso (y sospechado), corrupción desembozada e intolerable, represión a los “obscenos” desnudistas de la Plaza, un corte por aquí, un piquete por allá.
Algo parecido a la locura.
El “desborde emocional” del entrenador patrio y la jueza discriminadora es contagioso. Y no hay vacuna.
¿Entonces?
Habla, habla, y no para de hablar.
¿Alguien escucha?

lunes, 2 de noviembre de 2009

SALAMES


Muchos tenemos la sensación, por no decir la seguridad, que en esta Argentina campea la injusticia, el miedo y la muerte.
Hace un tiempo, el más mediático de los ministros kirchneristas, Aníbal Fernández, dijo que en el país no existe inseguridad sino “una sensación de inseguridad”.
Lo dijo sin que se le moviera un solo pelo de su inefable bigote. Lo llamativo es que, en una nación seria, pero en la que mueren por día varios ciudadanos víctimas del delito, el ahora Jefe de Gabinete hubiese saltado como una llave térmica ante un exceso de tensión.
En un país serio, puede ser. Pero Fernández siguió, sus amigos del gobierno no lo amonestaron (seguramente hasta lo deben haber felicitado) y el quilmeño lenguaraz continuó con su retórica vacua, primero como Ministro del Interior, luego en la cartera de Justicia y Derechos Humanos, y ahora en la jefatura de Gabinete.
Algo tendría que preocuparnos más: la tolerancia ciudadana ante lo que, por lo menos, puede considerarse un agravio a la inteligencia de los argentinos.
En el círculo kirchnerista justifican las multidesignaciones de Fernández por su lealtad al matrimonio gobernante. ¿Para ejercer un cargo no será necesaria también una pizca de decoro y prudencia?
Este personaje arrogante, altanero y provocador, que trató de “vago” a Mauricio Macri, que cada tanto se trenza dialécticamente con Magdalena Ruiz Guiñazú en la mañana de Radio Continental, tiene la función de hablar en representación de un gobierno silente.
Los Kirchner son tan excéntricos que, primero Néstor y luego Cristina, tuvieron un vocero presidencial, Miguel Núñez, a quien los ciudadanos no le conocen la voz. Es verdad que Núñez renunció a su cargo hace un tiempo, aunque seguramente de haber permanecido como funcionario tampoco hubiese hablado, función primordial en todo el orbe para un vocero presidencial.
La última genialidad de Aníbal F. fue cuando dijo que en el Gobierno de la Ciudad “se están haciendo todos los salames” (mal construida sintácticamente la oración, ministro: lo correcto es decir “todos se están haciendo los salames”), en alusión al problema que enfrenta a la Policía Federal con el poder macrista, interna que tiene el tufillo de estar siendo atizada por el gobierno kirchnerista, al que le espanta la idea de una Policía Metropolitana autónoma.
Todo, en aras de viles y asquerosos intereses políticos. Mientras tanto, se mata, se viola, y se lastima gente en cualquier barrio de cualquier punto del país, sin que nuestros representantes hagan otra cosa que “hacerse los salames”.
No quisiera pensar que en lugar de “salames” pudieran ser cómplices. Sería mucho más grave. Se puede ser cómplice por acción o por omisión, por desidia o por incapacidad.
El reciente paso por el Taj Mahal no parece haber sacudido la sensibilidad presidencial. Cristina Fernández de Kirchner se preocupa más por abrazar en público a Milagro Sala, una suerte de comandante piquetera jujeña, que de prestar atención a la terrible sucesión de muertes que su gobierno errático e ineficaz no es capaz de frenar, y mucho menos de evitar.
Es verdad que los aviones no paran frente a un semáforo donde puede estar agazapada la muerte. Pero suponemos que la Presidenta lee los diarios y ve televisión, aunque se declare “cinéfila”.
Imaginemos que el problema de la inseguridad expone groseramente la falta de ideas y la incapacidad kirchnerista. Sobran ejemplos en el mundo para bucear de qué manera combatir el crimen. Con un poco de humildad e interés por la consulta, pueden avanzarse unos cuantos pasos hacia adelante.
Las cortinas de humo que se arrojan desde el oficialismo para no hacerlo son varias: el supuesto garantismo, la inimputabilidad de los menores o la creciente marginalidad, que alimentan fundamentalmente los gobiernos deshonestos.
Que la gilada se coma esas galletitas, mientras el oficialismo gana tiempo para diseñar la Reforma Política, movida tan imprescindible para la salud de la República como la Ley de Medios.
Señora Presidenta, doctor Kirchner, doctor Fernández: ¿Cuánto vale para ustedes una vida en la Argentina? O, dicho más crudamente: ¿Cuánto les importa a ustedes que muera tanta gente inocente a la que deberían brindarle seguridad? ¿Cómo se califica el accionar de quienes deben proteger a una sociedad y, en cambio, la sumen en la más profunda indefensión?
Y ustedes, provectos miembros de la Justicia, ¿también se “están haciendo los salames”? Si, con semejantes urgencias sociales, para la Suprema Corte de Justicia la prioridad es la despenalización por la tenencia de marihuana para uso personal, estamos en serios problemas.
¿Dónde están los jueces, los fiscales o los abogados, que bien podrían actuar de oficio en cualquiera de estos casos de inseguridad, e incluso exigir al gobierno que custodie la vida de los ciudadanos que solventan sus abultados sueldos?
No, claro. Es mejor “hacerse los salames”, seguir cobrando puntualmente el sueldo, mover algunos papeles de lugar durante la semana, quejarse por la falta de medios y esperar el ansiado día en que llegue la voluminosa jubilación por los servicios prestados a la sociedad.
Será el momento de abandonar el Juzgado, para pasar a disertar en el Colegio de Abogados más cercano a sus domicilios sobre alguna insípida modificación procesal. Ya estarán grandes (y cansados) para hacer lo que no hicieron cuando debieron hacerlo.
La pata de la mesa que falta es la Policía, sobre la que huelgan los comentarios. Un cóctel de incapacidad (nuevamente), corrupción y corporativismo nunca será sano para el cuerpo de una nación.
¿Y la oposición política? La definición de Roberto Pettinato en “Clarín” (disculpen ustedes, compatriotas kirchneristas) del viernes 30 de octubre es exquisita: “Una reflexión: ¿puede ser que tengamos un Gobierno que hace las mil y una para que la oposición se una contra ellos, y así y todo… no lo pueden lograr?
Textos como éste, desde el apolillado ideario kirchnerista (en el caso que existiese) pasará a ser considerado un “panfleto de derecha”, como si la vida humana debiera ser garantizada o defendida según su ideología.
Lo saben, pero prefieren “hacerse los salames”.
Es cierto que había una época en la que quienes se decían de derecha parecían acumular todos los pecados, mientras los que se reconocían de izquierda o de centro-izquierda, ofrecían, por lo menos, una cierta imagen de honestidad y decoro. Hoy, la codicia los unió en matrimonio.
Los hijos de esa pareja deambulan por esta sociedad indefensa, temerosa y a punto de ebullición.

jueves, 22 de octubre de 2009

EL EQUIPO DE NADIE


Confundidos como estamos los argentinos, hay cancha propicia para que cualquiera que sostenga, como yo, que la Selección Argentina de Fútbol que dirige Diego Maradona no sólo carece de línea de juego o estrategia alguna, sino que es la peor que me tocó ver en los muchos años que llevo siguiendo de cerca el fútbol, sea tildado de “antiargentino”.
Como si la nacionalidad sólo estuviera expuesta en las opiniones: a favor, los argentinos; en contra, los antiargentinos.
La Selección Argentina, que alguna vez fue definida como “el equipo de todos”, hoy, indiscutiblemente, no representa a nadie. Salvo a los mezquinos intereses personales de quienes manejan sus hilos con impunidad.
Seguramente deben ser buenos argentinos los que formaron la pléyade VIP que viajó en un avión de Aerolíneas Argentinas, entre los que se encontraría el titular de la empresa Mariano Recalde, Facundo Moyano, uno de los hijos de Hugo (el líder camionero no, pues le teme a los aviones), un legislador y algunos otros dirigentes de variada gama.
La nave cubrió el trayecto Buenos Aires-Montevideo y viceversa, el pasado miércoles 14 de octubre, cuando la selección nacional jugó con su similar uruguaya. Estos buenos argentinos fueron premiados, vaya a saber por qué, con un vuelo fuera de los servicios de rutina. La empresa intentó desmentir lo evidente: que se trató de un vuelo charter. En un acto ya por demás grosero, aseguró, además, que cada uno de los pasajeros habría pagado su pasaje.
El nivel de impunidad que impuso a la vida pública y política el kirchnerismo asquea, denigra cualquier rasgo de decoro y condena a los legítimos buenos argentinos a tolerar estos desatinos como lo más normal, cuando no lo son. Claro, no lo serían en un país civilizado, que respeta las instituciones democráticas. Pero esto sucedió en la Argentina, donde los que conspiran contra la patria son quienes critican un seleccionado de fútbol y no quienes saquean los dineros públicos y enlodan la Constitución Nacional.
En su columna de lanación.com, el periodista Cristian Grosso cita la opinión de algunos ex futbolistas y entrenadores entre los que se cuentan uno de los jugadores más completos (si no el más) de las últimas décadas, el holandés Johann Cruyff; el mejor entrenador argentino, César Luis Menotti y otro talentoso director técnico que se reconoce (y lo es) “discípulo” del Flaco, Ángel Cappa.
Inmensamente capacitados para opinar sobre el tema y con una evidente intención de construir positivamente, espero que no se los tilde de “antiargentinos” por expresar su pensamiento, incluidos José Pekerman y Diego Simeone, que también dan su parecer. Cito a continuación algunos párrafos de la nota:

"El fútbol es un juego de equipo por más calidad que tú atesores. Y para que ésta destaque, la gente que te rodea ha de hacer lo máximo para aprovechar lo mejor de ti. Argentina no lo hace con Messi y lo peor es que o no lo ven o no quieren verlo", analizó Johan Cruyff en su columna de El Periódico de Catalunya. Bajo el perseguido criterio de Maradona, al fabuloso volante holandés sería sencillo encontrarlo en el rubro "antiargentino". Pero otras voces, que comparten la nacionalidad con Maradona, también se han animado a saltar el círculo de obsecuencia. Con criterio constructivo, animados por la mirada del sentido común. Menotti, Simeone, Cappa y Pekerman, cuatro apellidos habilitados que eludieron la demagogia barata, la obediencia rastrera. Nombres que no les han temido a los latigazos de una lengua escabrosa.
"Esta selección de Argentina anduvo sin ideas, errante, turbulenta. Demasiado poco para tanta historia. Argentina está condenada a seguir de esta manera", advirtió César Luis Menotti en su espacio habitual para Global Media Service. Y se entregó a un futuro sombrío. "Diego no es el problema. O todo el problema. Yo lo veo capacitado; lleva toda la vida en el fútbol. Otra cosa, y la desconozco, es que sepa transmitir su propuesta a los jugadores", señaló Diego Simeone en una entrevista con el diario As, de España. Y al Cholo siempre hay que seguirlo con atención, nunca dice nada por casualidad. "Los últimos cruces revelan que no hay coherencia en el cuerpo técnico de la selección, lo cual es muy peligroso en un momento tan complicado como éste", observó Angel Cappa. Cuatro referencias con las que no hay obligación de coincidir, pero el ejercicio de al menos atenderlas no convendría desperdiciar.
José Pekerman, para el diario español El País, ofreció un análisis más abarcativo, que incluyó estructuras devastadas en el fútbol argentino. Una plataforma decadente a la que Maradona se asoció con su aporte demoledor. "Hemos regresado al modelo vigente en las décadas del 50, 60 y 70, cuando el fútbol nacional vivía en la autoindulgencia, librado a la improvisación y a la aparición espontánea de superdotados", apuntó el entrenador de la selección en la Copa de Alemania. Y también acentuó que "en Argentina predominan ahora la desconfianza en el trabajo y la rentabilidad sin esfuerzo".

Personalmente, me resulta mucho más enriquecedor leer a gente lúcida, que escuchar las enconadas, absurdas y afiebradas defensas sobre el ícono maradoniano que realizaron Luis D’Elía (“A Diego lo atacan por ser negro y villero”) y Alejandro Dolina, quien también se refirió, por cierto con mucha mayor entidad intelectual que el piquetero K, a un supuesto ataque clasista por el origen social de Maradona.
De todas formas, lo preocupante para Dolina debería ser compartir el podio con D’Elía. Aunque al autor de “Crónicas del Ángel Gris” no parece preocuparle demasiado.
Si se mensura lo que, en algún momento, significó Dolina para el panorama cultural argentino y lo que representa hoy la figura de D’Elía, la preocupación resulta genuina.

TODO TIENE QUE VER CON TODO


Nada es casual.
Y todo tiene que ver con todo.
El entrenador de la Selección Argentina, Diego Armando Maradona, tan arisco para con la prensa en general, a punto tal de denostarla con groserías luego de la inexplicable (futbolísticamente hablando) clasificación para el Mundial de Sudáfrica 2010, volvió a un estudio de televisión y no para reeditar “La Noche del 10”.
Es verdad que cuesta ubicar dentro del rótulo “programa periodístico” el esperpento “6 en el 7 a las 8”, magazine hiperkirchnerista que se transmite de lunes a viernes a las 20 por la Televisión Oficialista, en el que se presentó el ex jugador.
Ideado por Diego Gvirtz (futuro Gerente de Programación de Canal 7 y responsable de otro ciclo ultra K: “Televisión Registrada”), el envío reúne a seis personas, algunas de las cuales tienen o tuvieron algún roce con el periodismo. En ciertos casos, desde el punto de su formación, con resultados francamente desalentadores. Poco importa. Su función en este telefelpudo K es fogonear la Ley de Medios, presentar informes sesgados y capciosos sobre una realidad en la cual todos los críticos al kirchnerismo son viles desestabilizadores, o bien burlarse de quienes no piensan como sus patrones.
Para ironizar, conviene tener una estatura profesional y un ingenio que en estos personajes no se encuentra ni pidiéndole prestada la lupa a Sherlock Holmes.
Una buena movilera no siempre deviene eficaz conductora. Cuando se tienen indiscutibles cualidades para la difícil tarea de obtener información en ámbitos hostiles, ningún salario, por abultado que fuera, justifica rifar esas condiciones para ponerse al mando de un barco con proa fija, donde el timón lo maneja algún inescrupuloso capitán, que hoy es oficialista y cuando cambie el gobierno seguirá siéndolo.
El probable “anciano sabio” pasa de sus intrincadas metáforas borgeanas a la más llana de las boberías. Lejos quedó aquella década de los '90 en la cual secundaba a otro patrón, por ese entonces menemista y dueño del multimedios en el que trabajaba. Se supone que su viraje al kirchenerismo y su aborrecimiento a la concentración de medios deben interpretarse como un signo de evolución. Los intelectuales, en el caso de que lo fuera, no cometen el pecado de ser oportunistas. ¿O sí?
Algo similar sugiere la morocha de mirada dura y rictus denunciante de tránsito lento. Luego de un comienzo gráfico en revista progre, tuvo su mejor cuarto de hora en un diario otrora vanguardista y hoy oficialista, que alguna vez, según se dijo, fue "tonificado" por el aporte del grupo empresario al que Don Néstor prefiere combatir antes que al capital. Un repentino ataque de disciplinamiento pingüino la envalentonó para señalar conspiradores por todas partes, recordar apolillados apotegmas y tensar la mandíbulas en inequívoca advertencia de “no pasarán”. Y de puro modesta y abnegada en su labor, decidió renunciar a la foto de prensa del canal, que ilustra el presente texto. ¿O se olvidaron de avisarle?
La rubia panelista es otra muestra de curiosa metamorfosis mediática. Antes de dedicarse a detectar periodistas infieles al modelo, sus obsesiones investigativas eran más mundanas: desde el cunnilingüis, pasando por el travestismo, sin olvidar el fetichismo o el masoquismo, entre otras "delicias" terrenales. Cualquiera puede tener la saludable cualidad del deseo de progreso. Como también la imperiosa necesidad de colgarse de lo que venga para tener pantalla. Vaya uno a saber.
De los muchachos que faltan, uno pintaba bien, manejando con criterio la actualidad en la informalidad matutina, pero ahora se la creyó. Es muy probable que si Tom Wolfe quisiera entrevistarlo, le pidiese al creador del Nuevo Periodismo que le enviara previamente su currículum.
El restante es tan indefinible e inexplicable como el sistema de juego de la Selección Nacional de Fútbol. Tiene menos imagen televisiva que King Kong durante el incendio de Nueva York, no se le entiende lo que habla y hasta que redondea una idea (es un decir) ya están con la tanda encima (obviamente, comerciales panfletarios sobre la conveniencia de la Ley de Medios y la pavorosa maldad de aquellos que osen querer discutir un punto o una coma de la misma).
El ciclo más bizarro de la televisión vernácula nunca incluye en sus informes críticos algún programa de la grilla de la Televisión Oficialista. Sería digno de Ripley: antes de sancionada la Ley de Miedos (no hay error de digitación), cuando solamente se mencionó la posibilidad de hablar sobre el escandaloso crecimiento patrimonial del matrimonio imperial durante 2008, el programa salió abruptamente del aire para dar paso a una publicidad. Al regresar al estudio, se prometió la continuidad del tema al día siguiente y se bajó la persiana, aunque faltara media hora de programa. Huelga decir que en la siguiente emisión ni siquiera se mencionó la buena suerte con que los Kirchner manejan sus negocios particulares.
Tal vez por todo esto, Maradona, que siempre está un paso adelante del común de los mortales, aceptó el convite. Porque estos muchachos y muchachas son como él. Nadie les impone nada. Como a él, nadie se atreve siquiera a sugerirles nada.
En “6 en el 7 a las 8“ se respira tolerancia, pluralidad y optimismo. No se pone en tela de juicio ni a la Presidenta ni a Don Julio, con quienes Diego compartió la foto cuando Don Néstor, el inesperado aliado del mandamás del fútbol argentino, tramó junto con él la socialización del balompié televisado.
Era el ámbito apropiado para que Maradona, quien ratificó la semana pasada que entre él y Bilardo reinaba la más absoluta armonía, denunciara que el actual manager de la Selección está complotando contra Grondona (Julio, no Mariano) para quedarse con el preciado sillón de la Asociación del Fútbol Argentino.
Nada es casual y todo tiene que ver con todo.
¿O no?

martes, 20 de octubre de 2009

PUNTO Y APARTE


Mientras intentamos parar la pelota, recomponernos de tanta violencia inútil y muertes evitables, descubrimos que de pronto la genitalidad explica la realidad argentina.
Diego Maradona apeló a la oralidad sexual para denostar a sus detractores. El reelegido diputado bonaerense Francisco De Narváez aseguró que, en su paso por los pueblos, le agradecen haber sodomizado electoralmente a la pareja gobernante.
Me tomaron en falta. Por más que me guste (y mucho) Henry Miller, no se me ocurre ninguna metáfora hot para empardar tamañas audacias dialécticas, en este país hilarante, salvaje y seductor, donde pareciera que la más apta para analizar la realidad política podría ser Alessandra Rampolla.
Personalmente, prefiero a Andrés Calamaro, quien se adelantó unos cuantos años a este vergonzante cachivache que algunos llaman coyuntura, cuando escribió su canción “Punto argentino”:

No hay peor argentino que su propio asesino
No hay argentino mejor si no hay otro peor
Si no tengo historia ni tengo tradición,
será que no tengo memoria, pues, ni mucho corazón
Si soy del interior no estoy adentro,
qué futuro me espera si gobiernan desde afuera
En la Capital combatiendo el capital,
el orgullo nacional es ganar un Mundial en la Monumental
Somos los argentinos en tercera persona,
será que estamos en la lona, que nos quieren boxear
¿Te digo quiénes son los argentinos de las argentinas?:
los que se llevaron a ninguna parte o a las Malvinas
Si las islitas son argentinas y hablan inglés,
¿qué queda para los demás de la parte de atrás?
Somos los argentinos los que nunca vinimos,
y si no me puedo quedar, la luna y el río me van a llorar
¿Viste cuántos países que ya no existen?
Teníamos por costumbre las costumbres con gran dignidad
y cuatro puntos cardinales, porque menos no es cardinal
¡Ése es el punto argentino!

viernes, 16 de octubre de 2009

DECÁLOGO DEL BUEN KIRCHNERISTA


1) Reconocer a nuestro líder, el compañero Néstor, como el único capacitado para dictarnos el camino por seguir, aunque a menudo los extrapartidarios no lo comprendan y nosotros tampoco.
2) Realizar magnos esfuerzos por imaginar que su señora esposa es la Presidenta de la Argentina. Si se logra, intentar transmitir esa sensación a quien se cruce en nuestro camino con la máxima convicción posible.
3) Eliminar de nuestra rutina informativa los diarios “Clarín”, “La Nación”, y los canales televisivos 13 y TN. Se sugiere su reemplazo por “El Argentino” “Página/12”, las revistas “Veintitrés” y “Debate”, y Canal 7. Necesitamos militantes con el ánimo retemplado y no intoxicados por el periodismo infame del Grupo Clarín y sus secuaces.
4) No dejar de odiar nunca a la “puta oligarquía”, salvo que en la lista aparezcan apellidos conocidos, gente de la propia tropa. En ese caso, nos habremos topado con argentinos de buen cuño que han sabido trabajar a destajo para progresar en la vida. De ninguna manera deberán ser considerados ni putos ni oligarcas.
5) Para un kirchnerista no hay nada mejor que un antikirchnerista. El conflicto permanente es nuestra razón de ser, el sustento espiritual de nuestro movimiento. Si alguno curte una onda pacifista tipo John Lennon o Mahatma Gandhi, su ruta es el Dalai Lama; nunca Elisa Carrió.
6) Ponerse de inmediato a las órdenes de “Por una Argentina sin cacerolas”, un plan canje a largo plazo por el cual los ciudadanos cambiarán esos adminículos destituyentes por modernos hornos eléctricos. La delicada sensibilidad de nuestra Presidenta podría verse alterada por el sordo ruido del acero, el metal o el teflón, al ser golpeado reiteradamente por aquellos sectores que no han entendido el cambio.
7) Desconfiar de todas aquellas encuestas que no sean suministradas por el insobornable Instituto de Estadísticas y Censos (INDEC). Sobre todo, esas informaciones inexactas que aseguran que nuestra Presidenta tiene la peor imagen de América Latina. Otra mentira magnificada por los monopolios mediáticos. La señora Presidenta no se encuentra en el último lugar de imagen positiva de la región, sino en el penúltimo. Como sabrán, ahora que el fútbol es para todos, no es lo mismo figurar en zona de descenso directo que en la Promoción.
8) Nuestra canción emblemática ya no será la Marcha Peronista, ni “El pueblo unido”, ni mucho menos “A desalambrar”. Un buen kirchnerista es aquél que se acomoda a los tiempos y a las circunstancias. Se sugiere estudiar de memoria el tema “No me importa nada”, de Luz Casal, mucho más representativo de nuestro pensamiento.
9) Ante la pérfida prédica de los medios oligopólicos, deben saber, estimados compañeros, que la presencia de emisarios del Fondo Monetario Internacional (FMI) en la Argentina no obedece a ningún tipo de monitoreo de las cuentas fiscales. Los hermanos del Norte han llegado a nuestras tierras para que el Ministro de Economía, Amado Boudou, les explique cómo sobreviven los jubilados argentinos con jubilaciones inferiores al peor sueldo de Malasia. El presidente Barack Obama estaría planeando un importante recorte previsional a corto plazo.
10) En el plano cultural no hay mucho para recomendar; el canal Encuentro, Teresa Parodi, Coco Silly con “La cátedra del macho”, “Televisión Registrada” y “6 en el 7 a las 8”. Es verdad que huele a berreta, pero es lo que hay. Y ya se sabe que “la única verdad…”. ¡No! ¡Paren! ¡Ni se les ocurra completar esa frase! A ver si nos ligamos otra denuncia por utilización indebida de la propiedad intelectual.

jueves, 15 de octubre de 2009

UNIDOS POR EL ESPANTO


Los une el espanto de ser soberbios, vulgares y autoritarios.
Si no se está con ellos, es porque se está contra ellos.
Padecen fiebre de poder y se creen los dueños de la verdad.
Diego Maradona, Néstor y Cristina Kirchner y el séquito de alcahuetes que los circunda a los tres, brindan la imagen más penosa de la Argentina de los últimos años. Encaprichados en cuestiones personales (la Selección, en el primer caso y nada menos que el destino del país en el segundo), no ven ni escuchan otra cosa que lo que desean ver y escuchar.
Antes de su ataque de oralidad sexual contra la prensa, Diego Maradona estuvo a punto de pedir asilo en Marte, cuando en la noche del sábado, a los 90 minutos del partido con Perú, el equipo argentino estaba quedando afuera del Mundial. Pero apareció Palermo (en off side, un detalle menor) y Maradona pudo quedarse en la Argentina.
Ayer miércoles, colgando al equipo del travesaño contra Uruguay en el estadio Centenario (seguramente por contagio de su enemigo Carlos Bilardo, uno de los tipos que más daño le hizo al fútbol argentino como juego), a cinco minutos del final, un rebote afortunado permitió que Mario Bolatti (un jugadorazo que merece técnicos como Ángel Cappa y no improvisados como Maradona) le volvió a sacar las papas del fuego al rechoncho entrenador argentino.
Entonces, como todos los mediocres, estalló en un triunfalismo inexplicable, arremetiendo contra sus críticos con las vulgaridades más increíbles en una conferencia de prensa que vio el mundo. Setenta y dos horas antes, era un alma en pena. Después del 1 a 0 frente a Uruguay sintió que “mis jugadores me consagraron como entrenador”. En su enfermiza lógica, Maradona imagina que es una “consagración” que la Argentina (alguna vez potencia mundial en fútbol) no haya tenido que jugar el repechaje contra Costa Rica.
Si se leyó mi perfil, se verá que fui futbolista. Nada de lo que ocurre dentro de un rectángulo de juego me es ajeno. Ningún jugador puede rendir adecuadamente, en su nivel, con un entrenador que ignora cualquier táctica o estrategia por desconocimiento y por desinterés. Con un tipo que entrena sólo por la tarde porque, según me confió un colega, no hay forma de levantarlo por la mañana. Un irresponsable. Quien ose criticar sus inexistentes planteos de juego y su poco apego al trabajo, se arriesga a que la máxima deidad futbolística de la Argentina, cuando por obra de la fortuna consigue ganar un partido y saca la cabeza de debajo del agua, lo envíe a practicar espantosas oralidades.
Para el presidente de la Asociación del Fútbol Argentino, Julio Grondona, no pasó nada. Fue un exabrupto típico de las tensiones del momento. Hay que disculpar a Maradona, explicó.
Tampoco es cuestión de preocuparse demasiado por la imagen argentina. Tanto en el plano interno como en el externo, los actuales gobernantes se empeñan en competir con Maradona en cuanto a vulgaridad, autoritarismo y faltas de respeto. Que el fútbol acompañe esta mala imagen es el único acto de coherencia que demostró el kirchnerismo.
No fue casualidad que cuando el fútbol se volvió “para todos” (mejor dicho, pagado por todos) en la foto en el predio de la Asociación del Fútbol Argentino en Ezeiza estuvieran la Presidenta, Grondona y Maradona. Como dijimos, los une el espanto de la avidez de poder, de la figuración y de ignorar las críticas. Nosotros, los críticos de sus gestiones, seríamos algo así como los “contreras” de otras épocas oscuras de la historia argentina. Como ésta. ¿O ésta es peor?
Los Kirchner y sus muchachos son muy maradonianos. El 29 de junio de 2009, buscaban mesas en todas las mueblerías del país para esconderse debajo de ellas, después de la paliza electoral del día anterior. No bien olfateó el desmembramiento de la oposición y el corto lapso en el que mantendría mayoría parlamentaria, Néstor Kirchner pactó con Grondona sacarle las transmisiones del fútbol al Grupo Clarín y avanzar con la ley de medios, que instrumentó y promovió un personaje que no sólo dirigió una radio trucha, sino que la vendió mientras era funcionario público. Tiene una denuncia por este hecho. ¿Alguien piensa que la Justicia se ocupará alguna vez de ella?
En el mejor estilo Maradona, Kirchner (que no necesita de Palermo o de Bolatti; tiene el tesoro nacional) intuyó que por ahí llegaba a diciembre sin pasar por el penoso repechaje. El fútbol se volvió gratis y la ley de medios se sancionó, en medio de atropellos parlamentarios, apretadas, agresiones y sospechas de cohecho. Las críticas no le movieron un pelo al patagónico. “¿No les gusta?”, se preguntó, y seguramente como un fogonazo habrá pensado en el castigo oral maradoniano. Pero no lo dijo. Hasta ahora, guarda ciertas formas, aunque ni él ni su esposa se caractericen por ser precisamente tolerantes y educados frente a la discrepancia.
Uno de los principales problemas que tiene el kirchnerismo es la carencia de un ala intelectual respetable. O de un ala intelectual. Un puñado de artistejos de morondanga (que conocieron tiempos mejores), un par de humoristas de cabaret y “escritores” sin obra publicada componen lo poco que tienen para mostrar como apoyo desde la ¿cultura? a su gestión “progresista”. En este contexto, sería contradictorio que el Seleccionado Nacional fuese orientado por Ángel Cappa o César Luis Menotti. Los kirchneristas se sienten a gusto con los D’Elía, los Kunkel, las Diana Conti, los Pichetto, los Aníbal Fernández. Poco importa la calidad de pensamiento. Lo prioritario es la capacidad de obedecer a los designios (aunque se trate de caprichos personales) de la monarquía gobernante.
¿Y al que no le gusta? Maradona, que es un buen kirchnerista, ya indicó el camino.
Con la Selección clasificada para Sudáfrica 2010, la Ley de Medios sancionada en tiempo récord, deberíamos sentir que la fortuna abraza a la Argentina. Pero, de contreras que somos, estamos intranquilos porque siguen matando gente a raudales (“la sensación de inseguridad” de Aníbal Fernández, ¿recuerdan?), el INDEC nos toma el pelo, la economía tiene menos rumbo que Heinze al intentar un cruce en el área, la ANSES está siendo virtualmente saqueada para tapar agujeros fiscales generados por la impericia o la improvisación, continúan muriendo argentinos de hambre en todas las provincias, mientras jueces y fiscales que investigan casos de corrupción (medicamentos truchos, sospechosos enriquecimientos de funcionarios y secretarios gubernamentales) reciben las amenazas de rigor.
En la Argentina kirchenrista es mejor mirar “Fútbol para todos”, festejar la clasificación argentina para el Mundial y esperar la pluralidad democrática que promete la Ley de Medios.
Porque todo lo demás no existe.
Es, simplemente, la bronca acumulada de los contreras de siempre, de los que critican por criticar y a los cuales Maradona, muy kirchnerísticamente, les indicó el desagradable camino por seguir.

jueves, 23 de julio de 2009

EL INEVITABLE OCASO DE LOS KIRCHNER


“Aunque la mona se vista de seda, mona queda”, sentencia el refrán.
El gobierno de los Kirchner convocó, forzado por la tremenda derrota electoral, a un diálogo político por el que ni ellos ni la más oposición más optimista dan un par de centavos.
Se adivina detrás de esta maquiavélica maniobra a Néstor Kirchner, quien le haría mucho bien a la República si públicamente anunciara su retiro de la vida política (y lo cumpliera), dejando de tramar en las sombras medidas dilatorias tan evidentes para ganar un tiempo que no le sirve para nada.
Ni el más obsecuente de su séquito cree, seriamente, que el patagónico pueda tener en lo inmediato el protagonismo político que perdió contundentemente en las urnas y que añora volver a recoger, como si bastara solamente con desearlo.
La reticencia de Kirchner a aceptar la derrota es patética. Y peligrosa.
Aunque haya dando vueltas por allí una información “optimista”, la Presidenta Cristina Fernández carece de iniciativa política y está muy lejos de librarse del influjo de su marido.
Un botón de muestra: el ministro de Economía, Amado Boudou, hasta el momento de escribir el presente artículo, carece de un equipo de colaboradores. Desde la asunción de la Presidenta, es un secreto a voces quién decide el rumbo económico de la Argentina.
País curioso, en el que después del 28 de junio se abrieron tranqueras para tarifazos varios en distintos servicios, pujas sindicales e internas del partido gobernante, mientras se conocía el dato de que el matrimonio presidencial había acrecentado su patrimonio personal, en un año, en un 158 por ciento.
Visto desde esta óptica y a juzgar por los resultados, no hay mucho para discutirle al ministro de Economía virtual, salvo que el crecimiento no se verificó en las arcas fiscales o en las reservas monetarias, sino en su esfera íntima.
Lo cual plantea un nuevo misterio: si la Argentina es una tierra tan pródiga para pingües negocios, ¿por qué los capitales extranjeros se muestran renuentes a aterrizar en nuestro suelo?
Combatir el capital tiene sus contraindicaciones.
Tampoco se comprende por qué, con tamaña rentabilidad asegurada, hay fuertes rumores que no será solamente C&A la única empresa extranjera que está pensando en levantar campamento.
No hay motivo para preocuparse: cualquier empresa que necesite una mano lo tiene al alcance al Secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, experto en salvatajes nacionalizadores de compañías con riesgo de naufragio. El mismo Moreno que, contra todos los pedidos, no solamente no fue apartado de sus funciones, sino que ganó más poder en el cada día más desprestigiado INDEC, donde entronizaron a uno de sus hombres de mayor confianza.
Si a esto le agregamos el mamarrachesco “cambio” de Gabinete en el que Aníbal Fernández lleva la voz cantante (está todo dicho), el combo se parece a una provocación. A una última bravuconada con intención de acalorar los ánimos de la ciudadanía y la oposición, que han mantenido un equilibrio y una paciencia admirables.
La realidad es apabullante y los Kirchner se encaprichan en no querer reconocerla. Es sencillo: no están acostumbrados a perder ni a negociar. No es grave: todo se aprende si existe buena predisposición.
¿La hay?
Con este telón de fondo, la Argentina está perdiendo una formidable ocasión de despegue internacional, llevada por sus gobernantes a consumirse en una lucha estéril para renegar de algo que está muy claro: la mayoría de nuestros ciudadanos ya manifestó su disconformidad con la gestión K.
El ex presidente promovió un plebiscito y lo tuvo: setenta por ciento en contra. A partir de no reconocer este sencillo dato de la realidad política, se está perdiendo un tiempo valiosísimo para reconstruir una red social demasiado herida por la intolerancia y una práctica política sospechada por su turbiedad de procedimientos.
Los Kirchner deberán despojarse definitivamente de sus sueños monárquicos, como de la Ley de Radiodifusión, que pensaban motorizar a partir de un funcionario sobre el que pesa la denuncia de haber administrado una emisora ilegal y de haberla vendido durante el ejercicio de la función pública, procedimiento expresamente penado por la ley.
No parece la mejor carta de presentación para un proyecto que se anunciaba como un reaseguro vital para la libertad de expresión y la eliminación de los monopolios mediáticos.
Como tampoco cayó amable que durante la emisión de uno de los envíos del inefable ciclo (¿periodístico?) “6…7…8”, un verdadero bunker de propaganda pingüina que se emite de lunes a viernes por Canal 7, no bien se deslizó la posibilidad de abordar el tema del aumento patrimonial de los Kirchner, abruptamente el programa salió del aire, para volver minutos después con la promesa de continuidad del tema al día siguiente.
Si este engendro audiovisual (del que participan algunos periodistas que dan vergüenza por su genuflexión y otros arribistas que dan pena por su falta de recursos), tuviese algunos televidentes, todavía estarán esperando la continuidad del tema en cuestión.
Seguramente, de haber estado vigente la tan mentada ley kirchnerista sobre los medios de difusión, semejante disparate no hubiese asomado siquiera. No sería extraño que uno de sus postulados fundamentales fuese que en los medios de difusión se aliente el trabajo de quienes poseen aptitudes profesionales para ejercer esas funciones. ¿O acaso alguno de nosotros puede colocarse un guardapolvo, alquilar un consultorio y elaborar diagnósticos clínicos sin haber pisado siquiera la Facultad de Medicina?
La concentración de medios en pocas manos es tan nociva como el ejercicio ilegítimo de la profesión periodística en desfachatados que no pueden manejar una mínima idea informativa, son incapaces de dibujar una o con el fondo de un vaso y carecen de un léxico elemental para mantener una conversación.
No hay un mal peor que otro. Ambos son amenazantes para el ejercicio de una profesión que estrecha cada día más la posibilidad de un ejercicio digno.
De todas formas, los disidentes tendrán su espacio este fin de semana, para el cual Luis D’Elía convocó a un “cabildo abierto” en Plaza Once. Nadie sabe bien para qué ni por qué.
¿Importa?
El 28 de junio, los ciudadanos hemos expresado un mandato claro y mayoritario, con lectura inequívoca.
Lo que irrita, molesta y fastidia es que se nos pretenda desobedecer.

domingo, 12 de julio de 2009

NO HAY DUDAS SOBRE QUIÉN TIENE EL PODER


Uno puede imaginar a Néstor Kirchner frente a un espejo, levantando una espada y gritándole a su propia imagen: “Yo tengo el poder”.
Desteñido He-Man de la política argentina, el patagónico ya no puede ocultar su condición de titiritero, de ideólogo detrás de bambalinas.
Fiel a su temperamento, en el cual no hay lugar para la crítica ni el cambo profundo sobre las ideas propias, el ex presidente decidió enroques en un gabinete que no convence a nadie. O tal vez sólo a él. La excepción que confirma la regla.
Por estos días, en la Argentina existe la mayoritaria e inocultable sensación de que el gobierno sigue negándose a escuchar el mensaje de la ciudadanía, expresado en la votación del pasado 28 de junio.
Tomemos tres casos paradigmáticos.
Si existe dentro del elenco oficial un hombre capaz de provocar rechazo en la ciudadanía y en la oposición, ése es Aníbal Fernández, un verdadero todoterreno K, dueño de una verba inflamada de dudoso gusto.
Fernández fue Ministro del Interior de un gobierno renuente a la relación con otras fuerzas que no sean las adeptas. Luego Ministro de Justicia y Derechos Humanos, instalando su célebre definición de que en la Argentina (país asolado por la delincuencia) no existe inseguridad sino “una sensación de inseguridad”. ¿Potenciada por quiénes? Como no podía ser de otra manera, por los medios periodísticos.
Su pésima gestión en ambas carteras fue “premiada” por Néstor Kirchner con un ascenso: Jefe de Gabinete. El ex presidente entenderá que da beneficios contar con alguien con personalidad contemporizadora y discurso pacificador como don Aníbal, para coordinar políticas entre ministerios y tratar con la prensa.
El obediente Amado Boudou, ejecutor de la nacionalización de las AFJP con propiedad intelectual pingüina, es flamante Ministro de Economía. Seguirá obedeciendo las mismas órdenes: el verdadero arquitecto de la política económica argentina es Néstor Kirchner. Y tratando a menudo con el Secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, capaz de suministrarle los indicadores más fiables de la economía vernácula.
Jorge Coscia, un cineasta con filmografía mediocre, de diputado nacional pasó a ser Ministro de Cultura. El 11 de marzo de 2007, el diario “Perfil” dedicó una extensa nota en la que detallaba que el ex Director del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), durante el ejercicio de ese cargo, soportó observaciones por parte de la Sindicatura General de la Nación (SIGEN) y de la Auditoría General de la Nación (AGN). En ambos casos, la mira estuvo puesta en un supuesto desmanejo económico del organismo dirigido por Coscia, que en 2005 contó con un presupuesto de 86 millones de pesos. La advertencia de la SIGEN fue clara y precisa: “La calidad de los controles existentes evidencia altas probabilidades de ocurrencia de desvíos, errores o irregularidades”.
La nota de “Perfil” detalla, además, que la Oficina Anticorrupción investigó los desproporcionados viáticos del funcionario en viajes al exterior. Pese a todo, Coscia fue convocado por su amigo Alberto Fernández, por aquél entonces Jefe de Gabinete, para sumarse a la lista de diputados kirchneristas que encabezó Rafael Bielsa en la Capital Federal. Aunque la lista ocupó el tercer lugar en las elecciones, le alcanzó a Coscia para llegar a la banca de diputado que ocupó desde diciembre de 2005 y que abandonó recientemente para velar por el patrimonio cultural argentino.
La oposición ganadora de las recientes elecciones se aglutinó, muy compacta, para rechazar enfáticamente el ensayo gatopardista del oficialismo. Los ciudadanos seguimos pensando que los K son cosa seria: ni a propósito se puede leer tan mal la realidad. Tampoco es tolerable tanta incoherencia.
Fue la propia Presidenta quien en el simulacro de conferencia de prensa del pasado 29 de junio, aseguró que, con excepción de Graciela Ocaña, el gabinete ministerial no sufriría cambios.
¿Será destituyente preguntarse, en virtud de lo sucedido después, qué valor tiene hoy la palabra de Cristina Fernández de Kirchner?
Sobre todo, después de que el cambio de ministros lo anunciara el subsecretario de Medios, Alfredo Scocimarro, quien fuera jefe de campaña de Kirchner antes de su derrota “por muy poquito” en la Provincia de Buenos Aires. Suponemos que el vocero presidencial estará de vacaciones. ¿O fue relevado sin que nos enteráramos? En rigor de verdad, cuando está en funciones nunca habla. Otro prodigio kirchnerista: un vocero presidencial silente.
Néstor Kirchner habrá pensado que lo indicado era descomprimir un poco. Seguramente habrá sugerido otro evidente maquillaje político.
En su discurso del 9 de Julio, la Presidenta apeló a un genérico llamado al diálogo (dicho como al pasar, con escaso énfasis), sin identificar interlocutores ni emitiendo señales precisas, y sacando a la palestra (eufemísticamente) la necesidad de elecciones internas partidarias antes de los comicios, sean del tipo que fueren.
A Enrique Pinti no le hubiese salido mejor.
¿Elecciones internas como las que posibilitaron que primero su esposo fuese candidato, para que luego ella lo sucediera? ¿Quiénes votaron en esas elecciones internas? Si dan con algún votante, por favor avisen y no perdamos la ocasión de hacerlo entrar en el Guiness.
En este repliegue sobre sí mismos, los Kirchner ratifican que van de mal en peor. Mientras, en la Argentina la Gripe A ya causa pánico en todos los planos. El ministro de Salud, José Luis Manzur, quien debiera estar tiempo completo sobre el tema, recibió el llamado presidencial para que “reubique” en su cartera al hombre de su confianza que había destinado para que controlara los fondos para las obras sociales, casi mil millones de pesos.
En ese lugar irá alguien con línea directa con el dirigente gremial Hugo Moyano, quien estuvo a punto de generar un colapso nervioso en el matrimonio patagónico, cuando elogió públicamente a Eduardo Duhalde y amenazó con un paro de camioneros, sindicato que él preside. Alguna vez, un veterano dirigente peronista me aseguró: “En la Argentina, nadie negocia mejor que un sindicalista”.
Los Kirchner están muy anémicos políticamente como para afrontar una batalla con alguien como Moyano. Los platos rotos los pagó Manzur, pero lo imperdonable, lo incalificable, es que se privilegien internas de este tipo (que sabemos de sobra hacia dónde y hacia qué apuntan), en lugar de optimizar la lucha contra la pandemia que estraga a la Argentina.
En diálogo con un par de analistas políticos palpé lo mismo que transmite la calle a diario: la amarga e irremediable certeza que Néstor Kirchner, lejos de alejarse del gobierno, está más presente que nunca. Y la preocupante posibilidad de que su esposa, la Presidenta de los argentinos, se encuentre cada día más alejada de las decisiones de poder.
Un gobierno encapsulado, que solamente mira su propio ombligo, rodeado por una corte de obsecuentes, inspira desconfianza.
Siete de cada diez argentinos dejaron bien claro ese mensaje en las urnas el 28 de junio.
Desde el poder no quieren acusar recibo o, directamente, prefieren ignorarlo.
Cualquiera de las dos posibilidades resulta tan inquietante como alarmantemente peligrosa.

viernes, 3 de julio de 2009

SI USTED ME PERMITE, SEÑORA PRESIDENTA, TENGO ALGUNAS COSAS PARA DECIRLE


Señora Presidenta, no necesito aclarar que le escribo con respeto, porque el respeto hacia los demás forma parte de mi personalidad.
Sí escribiré despojado del temor, las dudas o la insustancialidad que algunos de mis colegas exhibieron en sus preguntas en la bochornosa “conferencia de prensa”, que usted brindó el pasado lunes 29 de junio, luego que siete de cada diez argentinos le expresaron claramente en las urnas que no comparten sus políticas de gobierno.
No es mi deseo aguarle la fiesta por su triunfo “con el sesenta por ciento” en El Calafate (“Mi lugar en el mundo”, según su propia confesión), pero sucede, Señora Presidenta, que la Argentina tiene límites más amplios que su reducto patagónico preferido.
Y en esta Argentina que primero la votó y ahora le acaba de propinar un tremendo llamado de atención, suceden cosas muy graves.
Una pandemia se está llevando vidas argentinas, mientras desde el gobierno que usted encabeza, lo único que se exhibe es improvisación e ineficiencia. Y algo mucho peor: una incalificable especulación política. La ex ministra de Salud, Graciela Ocaña, renunció un día después de la paliza electoral del 28 de junio, cuando –por las razones que invocó- debió hacerlo mucho antes. Y si ella no lo hizo, usted debió haberla reemplazado. Y, por qué no, haber postergado las elecciones por el alto de riesgo de contagio que representaban.
Pero, mezquindades de la política vernácula, Señora Presidenta, en la Argentina -según parece-, un voto vale más que una vida.
Seguramente a usted no le faltan barbijos, ni alcohol en gel, ni Tamiflú.
Probablemente tampoco los necesite.
La vida es muy distinta cuando se la ve detrás de vidrios polarizados.
Por si usted no lo sabe, Señora Presidenta, millones de argentinos viajan diariamente hacinados en colectivos, subtes y trenes, en el único momento de calor que les propicia este invierno cruel, que además del cuerpo les enferma el alma, cuando la impericia se une con la insensibilidad.
Entonces, el pueblo llora.
Llora de impotencia y de bronca cuando no se lo escucha, cuando se lo toma por estúpido, cuando se ningunea su reclamo en las urnas.
Y, como escribió Raúl González Tuñón, Señora Presidenta, “cuando el pueblo llora, mejor no decir nada, porque ya está todo dicho”.
Puede que usted, inducida a la sordera por quien la indujo (y podemos sospechar que la sigue induciendo) a equivocarse, no lo haya advertido.
No hay matemáticas, como las que usted ensayó, que puedan explicar lo inexplicable: si perdió por el setenta por ciento de los votos, por favor hágase cargo de admitir la derrota, felicite a sus adversarios por el triunfo y pregúntese qué ha hecho mal, para buscar las correcciones necesarias.
Ningún buen argentino (hay millones) desearía que a su gobierno le fuese mal. Pero usted (con una ayudita de sus amigos) está haciendo todo lo posible para que eso suceda.
Con la Gripe A sembrando muerte en nuestro suelo, ¿es irreverente de mi parte pedirle que encabece personalmente la lucha en contra de la pandemia, en lugar de buscar rédito político en el plano internacional acompañando el retorno de Manuel Zelaya a Honduras? ¿A quién se le ocurriría pensar en la terraza del vecino cuando en el techo propio hay filtraciones que amenazan su estructura?
No quisiera olvidarme de los aumentos de precios, Señora Presidenta. Alimentos, combustibles, seguros de todo tipo, empresas de medicina prepaga (que incrementan cuotas pero tienen demoras de entre 24 y 48 horas para enviar un médico a domicilio), y siguen las firmas.
“Casualmente”, después de las elecciones; cuando, desde hace meses, muchos sabían que esto ocurriría cuando ocurrió. Claro que, seguramente, de no estar el Secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, defendiendo nuestros intereses, estos incrementos habrían sido monumentales.
Usted pensará que no la voté. Piensa bien. También pensará que no voté a su esposo en las anteriores elecciones. Sigue pensando bien. Aunque en democracia, no necesito recordárselo yo, usted gobierna para todos. Hoy, muchas de las personas para las que usted gobierna, pensamos que nos está tomando el pelo.
¿Sus dichos en ese simulacro de conferencia de prensa del 29 de junio es todo lo que está dispuesta a decir y a hacer después de nuestro reclamo en las urnas?
Es muy poco para tanto.
Su propio esposo fue quien convirtió estas elecciones legislativas en un plebiscito. Ya conoce el resultado. En democracia, se gana y se pierde. Le tocó perder. Pero es sólo una batalla. Si usted tiene voluntad de cambio y piensa realmente en el bien de la Nación, en la salud de la República, no dudará un instante en hacer lo que deba hacer para enderezar el rumbo.
No tema. Muchos, más de los que usted imagina, vamos a ayudarla si decide jugársela por el bien de la patria, deshaciéndose de tanta cizaña que la merodea, escuchando a quienes debe y expulsando a quienes se lo merecen.
No hay ninguna conspiración destituyente ni delante ni detrás de estas palabras. Esa idea fermenta sólo en algunas mentes envenenadas por el odio. No es mi caso.
Tan apegada a las ideologías como es, le aclaro que no soy “de derecha”, aunque creo que no hay por qué demonizar a esa corriente, siempre que se exprese democráticamente. En Europa pueden dar fe de esto. Cada tanto, la derecha alterna el gobierno con otras corrientes ideológicas.
Ignoro si por aquellas tierras consideran “destituyente” a la derecha. Sospecho que no, que el adjetivo es tan vernáculo como la sensación térmica.
No me preocupan la derecha, ni la izquierda, ni los disensos. Me rebelo, sí, contra la intolerancia, la soberbia, el autoritarismo.
Intuyo que no soy el único.
Usted, Señora Presidenta, gobierna para peronistas, radicales, socialistas, izquierdistas, derechistas, independientes y escépticos. De cada uno de estos sectores (y muchos otros seguramente) le han reclamado a gritos, figurativamente hablando, un cambio.
De usted depende que de la figuración no se pase a la literalidad.
No hay cacerolas de distinto rango, de acuerdo con el material de fabricación. Las protestas no son menos protestas según los barrios de donde provienen. Todas son protestas. Todas tienen idéntica legitimidad.
Un buen estadista es el que se libera de prejuicios y pone sus oídos al servicio del clamor popular, se produzca en Temperley, en La Quiaca o en Recoleta.
Un buen estadista es aquél que reconoce sus errores y está dispuesto a enmendarlos, respetando la voluntad popular.
Un buen estadista, tal vez, se preguntaría por qué una buena parte de los vecinos de “su lugar en el mundo” le negó el voto.

lunes, 29 de junio de 2009

NEGADORES


Las notas consignadas en este blog desde el momento de su nacimiento, eximen de cualquier presunción de oportunismo en su esencia y formulación.
Es más, leídas en perspectiva (desearía que no se interpretara como autobombo), algunas preanuncian situaciones muy fáciles de detectar.
Néstor y Cristina Kirchner padecen una severa actitud negadora, que les impide aceptar como valederas verdades irrefutables.
Ayer, en una histórica paliza electoral, el setenta por ciento de la Argentina le dijo definitivamente no a los sueños monárquicos del matrimonio patagónico.
Ambos se esforzaron en no acusar recibo. En el caso del renunciante presidente del Partido Justicialista (y copresidente de hecho), es menos preocupante que en el caso de la Presidenta de la Nación.
En una conferencia de prensa que dio vergüenza ajena (por la penosa condición profesional de mis colegas y las fatuidades respondidas por Cristina Fernández de Kirchner), la Presidenta se esforzó por fingir una simpatía que no tiene y por “dibujar” (como suelen decir los más jóvenes) un mapa electoral digno del personaje de Woody Allen en “Bananas”.
Eso, e intentar tomar por imbéciles al setenta por ciento de los argentinos, es lo mismo.
¿Tanto les cuesta a Néstor y Cristina Kirchner aceptar una derrota?
Sí, les cuesta muchísimo. No está en su naturaleza.
En su afiebrado esquema de valores, el éxito es sinónimo de vida; y la derrota, de muerte, políticamente hablando.
Son dos fundamentalistas.
Uno, ya quedó afuera de todo. La señora Presidenta, en cambio, impulsada a esta catástrofe política por su esposo, sería conveniente que reflexionara sobre cómo mejorar la comunicación con la oposición y –sobre todo- con la gente. Con la ciudadanía, para la que debe gobernar. Esa misma ciudadanía que en un setenta por ciento le dijo que no a su forma de analizar la realidad, de negar los problemas; de gobernar, en definitiva.
Resultaría mucho más útil para la vida institucional de la República que la señora presidenta se abstuviera de dar clases de periodismo a colegas sin agallas, incapaces de rebelarse ante el maltrato de una lega en la materia, y afinara su capacidad para la percepción de una realidad política y social que, de no mediar una corrección inmediata, terminará apabullándola.
El manojo de contradicciones en que incurrió el matrimonio patagónico en las últimas horas (el plebiscito del que habló Kirchner terminó reducido a poco menos que unas elecciones legislativas que apenas fueron un trámite, entre otras “perlitas”), fue respondido desde la oposición con la seriedad y la mesura que la gente exige a sus dirigentes.
Esa misma gente, pasado un lapso prudencial, exigirá también un cambio de rumbo en varios planos. ¿O acaso un setenta por ciento de la población votó en contra del gobierno porque la Argentina va de maravilla en maravilla?
La Gripe Porcina se desparrama en el país con su secuela de muertos, y la ex ministra de Salud, Graciela Ocaña, renuncia el día 29 de junio, porque entendía que hacerlo antes complicaba políticamente al oficialismo en las elecciones legislativas que (igualmente) perdió por escándalo.
Los motivos de su dimisión hay que buscarlos por el lado de sus diferencias con el gobierno en materia de prevención y en la negativa oficial a decretar el alerta sanitario en la nación.
Discrepancias demasiado graves y con un alto costo humanitario, como para condicionarlas a un calendario electoral.
¿Cuánto vale la vida de una persona en la Argentina? ¿Menos que un voto?
El país necesita, con suma urgencia, una alta dosis de cordura.
La ciudadanía ya hizo su parte.
Ahora es el turno de la dirigencia.
Oficialista u opositora, tendrá que demostrar que está a la altura de las circunstancias.

viernes, 26 de junio de 2009

AL MAESTRO, CON CARIÑO


Soy de los que piensa que en la vida no hay que privarse de los grandes momentos. Mi amigo Alejandro Apo sostiene que hay estar siempre preparados, alertas, para que ese instante irrepetible no pase de largo por nuestras vidas.
Recuerdo la emoción que me provocó la lectura de “A sus plantas rendido un león”, la primera novela que leí de Osvaldo Soriano, que ya había publicado tres anteriores.
A partir de ese momento, comprobé que la literatura podía ser profunda y entretenida. Sin saberlo, estaba preparado para el gran momento del que siempre me habla Apo.
De mi devota admiración por Soriano queda poco por escribir; de mi entrañable sentimiento hacia él, no hallaría palabras para graficarlo.
No entiendo por qué tardé tanto tiempo en rendirle este sencillo homenaje. Elegí “El Míster Peregrino Fernández” porque me parece una de las joyitas que Osvaldo escribió con forma de cuento. Sólo él, que jugó al fútbol (era centrodelantero, zurdo y goleador) en los bravíos torneos regionales, podía rescatar la ternura de personajes como este entrenador que seguramente no existió.
Aunque, tratándose de Soriano, a uno siempre le queda la duda.
Para quienes nunca lo leyeron, estén preparados.
Se viene un gran momento.


EL MÍSTER PEREGRINO FERNÁNDEZ, de Osvaldo Soriano

A Peregrino Fernández le decíamos el Mister por­que venía de lejos y decía haber jugado y dirigido en Cali, ciudad colombiana que en aquel pueblo de la Patagonia sonaba tan misteriosa y sugerente como Estrasburgo o Estambul. Después de que nos vio jugar un partido que per­dimos 3 a 2 ó 4 a 3, no recuerdo bien, me llamó aparte en el entrenamiento y me preguntó:

—¿Cuánto le dan por gol?
—Cincuenta pesos —le dije.
—Bueno, ahora va a ganar más de doscientos —me anunció y a mí el corazón me dio un brinco porque apenas tenía diecisiete años.
—Muy agradecido —le contesté. Ya empezaba a creerme tan grande como Sanfilippo.
—Sí, pero va a tener que trabajar más —me dijo enseguida—, porque lo voy a poner de back.
—Cómo que me va a poner de back —le dije, creyendo que se trataba de una broma. Yo había jugado toda mi vida de centro-delantero.
—Usted no es muy alto pero cabecea bien —insis­tió—; el próximo partido juega de back.
—Discúlpeme, nunca jugué en la defensa —dije—. Además, así voy a perder plata.
—Usted suba en el contragolpe y con el cabezazo se va a llenar de oro. Lo que yo necesito es un hombre que se haga respetar atrás. Ese pibe que jugó ayer es un angelito.

El angelito al que se refería era Pedrazzi, que esa temporada llevaba tres expulsiones por juego brusco. Muchos años después, Juan Carlos Lorenzo me dijo que todos los técnicos que han sobrevivido tienen buena fortuna. Peregrino Fernández no la tenía y era terco como una mula. Armó un equipo novedoso, con tres defenso­res en zona y otro —yo— que salía a romper el juego. En ese tiempo eso era revolucionario y empezamos a empatar cero a cero con los mejores y con los peores. Pedrazzi, que jugaba en la última línea, me enseñó a desequilibrar a los delanteros para poder destrozarlos mejor. "¡Tócalo!", me gritaba y yo lo tocaba y después se escuchaba el choque contra Pedrazzi y el grito de dolor. A veces nos expulsaban y yo perdía plata y arruinaba mi carrera de goleador, pero Peregrino Fernández me pro­nosticaba un futuro en River o en Boca.


Cuando subía a cabecear en los córners o en los tiros libres, me daba cuenta hasta qué punto el arco se ve diferente si uno es delantero o defensor. Aun cuando se esté esperando la pelota en el mismo lugar, el punto de vista es otro. Cuando un defensor pasa al ataque está secretamente atemorizado, piensa que ha dejado la de­fensa desequilibrada y vaya uno a saber si los relevos están bien hechos. El cabezazo del defensor es rencoroso, artero, desleal. Al menos así lo percibía yo porque no tenía alma de back y una tarde desgraciada se me ocurrió decírselo a Peregrino Fernández.


El Mister me miró con tristeza y me dijo: —Usted es joven y puede fracasar. Yo no puedo darme ese lujo porque tendría que refugiarme en la selva. Así fue. Al tiempo todos empezaron a jugar igual que nosotros y los mejores volvieron a ser los mejores. Un domingo perdimos 3 a 1 y al siguiente 2 a 0 y después seguimos perdiendo, pero el Mister decía que estábamos ganando experiencia. Yo no encontraba la pelota ni llegaba a tiempo a los cruces y a cada rato andaba por el suelo dando vueltas como un payaso, pero él decía que la culpa era de los mediocampistas que jugaban como damas de beneficencia. Así los llamaba: damas de bene­ficencia. Cuando perdimos el clásico del pueblo por 3 a 0 la gente nos quiso matar y los bomberos tuvieron que entrar a la cancha para defendernos.


Peregrino Fernández desapareció de un día para otro, pero antes de irse dejó un mensaje escrito en la pizarra con una letra torpe y mal hilvanada: "Cuando Soriano esté en un equipo donde no haya tantos tarados va a ser un crack". Más abajo, en caligrafía pequeña, repetía que Pedrazzi era un angelito sin futuro. Yo era su criatura, su creación imaginaria, y se refugió en la selva o en la cordillera antes de admitir que se había equivocado.


No volví a tener noticias de él pero estoy seguro de que con los años, al no verme en algún club grande, debe haber pensado que mi fracaso se debió, simplemente, a que nunca volví a jugar de back. Pero lo que más le debe haber dolido fue saber que Pedrazzi llegó a jugar en el Torino y fue uno de los mejores zagueros centrales de Europa.



NO TE SALVES


Entre tanta polémica estéril o gritos innecesarios, solemos perdernos momentos mágicos e irrepetibles, como el de poder disfrutar de un poema de Mario Benedetti.
Como indica el título, éste se llama “No te salves”, aunque al leerlo lo habitual es que sirva para salvarnos de una cuantas cosas.


No te quedes inmóvil

al borde del camino

no congeles el júbilo

no quieras con desgana

no te salves ahora

ni nunca

no te salves

no te llenes de calma

no reserves del mundo

sólo un rincón tranquilo

no dejes caer los párpados

pesados como juicios

no te quedes sin labios

no te duermas sin sueño

no te pienses sin sangre

no te juzgues sin tiempo

pero si

pese a todo

no puedes evitarlo

y congelas el júbilo

y quieres con desgana

y te salvas ahora

y te llenas de calma

y reservas del mundo

sólo un rincón tranquilo

y dejas caer los párpados

pesados como juicios

y te secas sin labios

y te duermes sin sueño

y te piensas sin sangre

y te juzgas sin tiempo

y te quedas inmóvil

al borde del camino

y te salvas

entonces

no te quedes conmigo.

martes, 23 de junio de 2009

BANANALANDIA


Lo único seguro en la Argentina es que ya nada puede sorprendernos.
A pocas horas de unos comicios legislativos que serían un tranquilo trámite cívico si la neurosis política de Néstor Kirchner no los hubiese convertido en un plebiscito para el gobierno que él maneja y en el que pone la cara su esposa, el ridículo explotó en plena compaña y por varios frentes.
Gerardo Morales, presidente de la Unión Cívica Radical (UCR), el pasado fin de semana, denunció un pacto entre Kirchner y su principal oponente bonaerense, Francisco de Narváez, para reunir a la familia peronista luego del 28 de junio, sea cual fuere el resultado electoral.
No suena ilógico, conociendo la tendencia del movimiento del General y los antecedentes con los que cuenta en la materia. La denuncia de Morales tal vez se debilita un tanto (aunque pueda ser cierta) porque se la emparenta con aquél “pacto sindical-militar” que denunció Raúl Alfonsín en los umbrales de las elecciones de 1983, que ganaría el hombre de Chascomús fallecido este año. Los hechos posteriores (huelgas generales, levantamientos carapintadas) certificaron la veracidad de la denuncia.
¿La advertencia de Morales es auténtica o simplemente una pátina alfonsinista (con la carga emotiva que representa) para el crepúsculo de la campaña?
Si el pacto Kirchner-de Narváez corre por el mismo andarivel (es decir, si fuese cierto), los problemas podrían ser muchos. A la estafa moral, política y constitucional de las candidaturas “testimoniales” (resultado del fértil maquiavelismo del patagónico hincha de Racing), se agregaría la potencial traición del ex dueño de Casa Tía a sus votantes, a quienes les asegura que sólo él puede ser garantía de cambio en la Argentina.
¿La palabra cambio, en política, tendrá la misma acepción que en el diccionario?
Algún amigo se enoja cuando hablo de la nuestra como una república bananera. No me importa que se enoje. Me preocupa que no lo advierta. O quizá le guste, vaya uno a saber.
Los avisos oficiales están para el diván. O para Lacan. “A algunos les molesta que hablemos. Nosotros hacemos”, carga con todo la artillería K.
Analizado profundamente es un apotegma indisimulablemente fascista. Se sabe que al oficialismo no le importa ni la opinión ni las preguntas de los otros. Pero que lo admitan tan descaradamente…
Mientras Fernando “Pino” Solanas, el candidato más sólido de todos, crece en Capital Federal, a punto de poner en riesgo el segundo lugar que las encuestas auguraban para el Chicago boy Alfonso Pratt Gay, uno se pregunta qué recibirá en compensación Carlos Heller para poner la cara en el garantizado papelón kirchnerista en el siempre chúcaro suelo porteño.
Y puede preguntarse, además, si es posible tener peor olfato político que Elisa Carrió, para elegir como cabeza de lista de un movimiento supuestamente de centro-izquierda a un pétreo economista en el que cuesta encontrar un mínimo signo de emoción. Por las dudas, ella (que va tercera en la lista) ya abrió el paraguas y habló, muy consecuente con su modo de sentir, de una “autoinmolación” por la grandeza de la República. Y avisó públicamente que tal vez no llegue a ocupar una banca.
¿Se coloca el parche antes de la herida, o intenta una muy sutil y astuta estrategia?
También me plantean algunas dudas (no demasiadas) Luis D’Elía y el diputado Carlos Kunkel, hiperobsecuentes kirchneristas, quienes llamaron a sus “militantes” a copar la Plaza de Mayo el domingo 28 por la noche.
No dijeron si para festejar la victoria propia o impedir el festejo ajeno. Al fin y al cabo, la Plaza es del gobierno de turno. ¿O es del Pueblo?
¡Un constitucionalista a la izquierda; o a la derecha, por favor, pero constitucionalista al fin!
Se teme que haya fraude, como ya lo hubo en la elección presidencial que ganó Cristina Fernández de Kirchner. Muchos lo saben, nadie lo reconoce en público, porque al fin y al cabo, solamente la diferencia con el segundo puesto hubiese sido menor. No hubiese modificado la elección.
¿El delito es delito sólo cuando es grande, o cuando es pequeño también?
Por las dudas, ya tengo mi boleta. No sea cosa que la que tome del cuarto oscuro venga con alguna “imperfección de fábrica” que facilite su impugnación.
Yo, que nunca recomiendo nada, esta vez voy a apartarme de la regla. Lo más sano y serio es solicitar la boleta de los candidatos que uno piensa votar en locales partidarios. Estrechar al mínimo la potencial eficacia de un fraude que se da por descontado y que ya comenzó antes del domingo 28 de junio con las candidaturas testimoniales, las colectoras y demás ardides burdos para confundir a la gente.
Vivir en Bananalandia tiene algunos aspectos divertidos desde lo folklórico.
Pero en el umbral de una elección con este pronóstico, se siente un muy fundado temor por tanta precariedad intelectual y tamaña manipulación política.
En Bananalandia imperan la corrupción, la extorsión, el engaño, la estupidez y el desdén de numerosos ciudadanos, a los que les importa un bledo en manos de quién ponen el timón de conducción del suelo que habitan.
Así nos va.

jueves, 28 de mayo de 2009

EL FÚTBOL QUE LE GUSTA A LA GENTE


Con su esplendorosa demostración de fútbol del miércoles 27 de mayo, demoliendo 2 a 0 a un Manchester United que (con respeto) parecía Yupanqui, el Barcelona dejó bien claro cuál es “el fútbol que le gusta a la gente”.
La frase, puesta en duda y blandida como chicana por los profetas del antifútbol, empezó a tomar forma en la Argentina en la década del ’60, para esparcirse luego en otros ámbitos.
La vieja discusión sigue vigente: ¿Jugar lindo es jugar bien? ¿Es más importante ganar que jugar bien?
Los adalides del resultadismo (eje principal del antifútbol, ganar sea como fuere), sostienen que lo único importante en el fútbol es el triunfo, aunque deba sacrificarse la belleza.
No me parece mal volver sobre este tema
Cuento con alguna ventaja en esta materia
Contrariamente a muchos opinólogos de tablón, de café, o periodistas, que sólo se ponen pantalones cortos cuando van a la playa, jugué muchos años al fútbol y en campeonatos bastante bravos.
No necesito que nadie me cuente por cable o por radio cómo es un vestuario, o me explique internas en un equipo o la influencia de los directores técnicos.
Tuve un entrenador que recordaré para siempre, otro relativamente bueno y el resto fue, decididamente, un conglomerado de ineptos.
Cuando un entrenador entiende que todos los que jugamos al fútbol lo hacemos porque queremos tratar bien la pelota, tirar un caño o una pared, o un cambio de frente de cuarenta metros, ese tipo entendió todo. Y cuando sabe transmitirlo, el jugador le cree; y se lo agradece, además, porque siente que no insulta su inteligencia.
Josep Guardiola, el técnico del Barcelona, tiene un plantel fenomenal. Desconozco si él será un fenómeno, pero sí estoy seguro que es un tipo sensato y sencillo.
Con jugadores como Xavi, Iniesta, Messi, Henry y el resto, por lo único que hay que preocuparse es por hacer circular la pelota, hasta terminar desmoronando al rival.
Jugar lindo es jugar bien. Y cuando se juega bien, generalmente se gana. Y la gente se entusiasma. Y los medios hablan del equipo. Y los jugadores gozan con lo que hacen, porque sienten que, en el maravilloso deporte que practican, pueden vivirse momentos sublimes.
Como el cabezazo de Messi (Recuerdo un siniestro entrenador que sostenía que los petisos no pueden jugar al fútbol), o el sablazo de Iniesta que llevó al Barsa a esta final.
El Barcelona demostró que “el fútbol que le gusta a la gente” es el mismo que nos gusta a todos nosotros. Al menos, a los que tratamos de apreciar esa sutileza artística que puede alcanzar cuando se “juega” y no se “pelea”.
En el fútbol, como en la literatura, la música o el cine, uno elige. Puede leer a Roberto Arlt o a Paulo Coelho; escuchar a Pink Floyd o a Julio Iglesias; ver “Rambo 26” o “Cinema Paradiso”.
Es una cuestión de paladar.
A mí me gusta el fútbol que le gusta a la gente.
Detesto los pizarrones, odio los videos y deploro los bidones con agua podrida.
Puesto a entrenador, no perdería energías vigilando las habitaciones de la concentración por las noches, sino en convencer a mis jugadores que lo mejor que les puede ocurrir es hacer circular la pelota. Tratarla bien, salir jugando desde atrás, agruparse y tirar un centro sólo cuando sea un pase de gol. Como el de Xavi a Messi, en el segundo del Barsa que definió el pelito.
Celebro que este gran equipo español se consagre en el preciso momento en que, en la Argentina, predomina una oleada de buen gusto futbolístico.
El campeonato lo pelean tres equipos que no rifan la pelota ni a palos: Lanús, Vélez y Huracán. Seguidos de cerca por Colón. Y con un equipo en mitad de tabla, Godoy Cruz, que se va a quedar en primera sin renunciar a lo esencial en este deporte: jugar lindo.
O sea, jugar bien. La belleza va de la mano con el talento. Y el talento se lleva bien, a veces, sólo a veces, con el éxito. Ésta es una de esas veces.
Eso sí: la belleza y el talento se disfrutan siempre, aun cuando el éxito les haga un regate.
Mientras tanto, los poderosos Boca Juniors y River Plate se caen a pedazos.
Los xeneixes, eliminados por un modesto equipo uruguayo de los cuartos de final de la Copa Libertadores, sin chances en el campeonato local y con el único objetivo de no terminar últimos, como su archirrival en el campeonato anterior, presionan a Carlos Bianchi, que desea seguir siendo manager, para que asuma ya como DT.
La situación de River es tan o más complicada que la de sus “primos”: eliminado de la Libertadores en primera ronda, sin chances locales, sus hinchas apostaron las ilusiones primero a un obeso delantero con más habilidad en las discotecas que en el área, y luego al retorno de un antiguo ídolo, que cerrará su ciclo seguramente mucho antes de lo que todos esperan.
Ni Boca ni River s cultivan “el fútbol que le gusta a la gente”.
Tampoco ninguno de los otros tres grandes, de los que se puede detectar su paladar futbolístico a partir de los entrenadores que están en el cargo.
San Lorenzo está dirigido por Diego “Cholo” Simeone, Racing por Ricardo Caruso Lombardi e Independiente por Américo Rubén Gallego.
Todo dicho.
De modo que los profetas del antifútbol, deberán exiliarse por un tiempo, buscar nuevos horizontes y tratar de embaucar con sus mentiras a otros ingenuos.
Hoy, es el momento del fútbol que le gusta a la gente.
El que practican los que juegan lindo, que son los que juegan bien, y que –a veces, por fortuna- silencian a los que pretenden denigrar la estética del deporte más hermoso del mundo.

miércoles, 27 de mayo de 2009

ALGO HUELE MAL


Las candidaturas testimoniales quedaron ya a la altura de porotos, con las perlitas que, en los últimos días, decoran el escenario preelectoral.
Boletas truchas con intenciones claras de confundir a los votantes, candidatos habilitados para el oficialismo y otros impugnados para la oposición, sospechas de fraude, mails atemorizantes que circulan por Internet y los corcoveos políticos del kirchnerismo que, por primera vez, está dando señales claras de desorientación.
El principal aliado continental del matrimonio patagónico, Hugo Chávez, metió a los K en un brete de proporciones, al nacionalizar una de las empresas del grupo Techint sin –aparentemente- dar aviso previo a la Casa Rosada, a Olivos, o a El Calafate.
Una semana antes de tomar la decisión, el militar venezolano estuvo en amistoso paseo por nuestras tierras. Lo que incluyó veladas familiares en la Patagonia. Sugestivamente, no habría mencionado el tema a sus anfitriones. .
Para colmo, un micrófono indiscreto rescató el momento en que Chávez le anticipaba informalmente al presidente brasileño, Lula Da Silva, una inminente ola de nacionalización de empresas extranjeras, que excluiría a las de la tierra de Pelé.
Chávez se declara amigo de los Kirchner. En política, la amistad tiene curiosas o inexplicables variaciones.
Dicen que la presidenta se encolerizó y, vía telefónica, pidió una desmentida oficial a su amigo venezolano.
Apenas consiguió un comunicado de compromiso, y bien lavado, de la cancillería bolivariana, en el que se adjudicó el incidente a una pequeña broma. De paso, cañazo. En el mismo comunicado, se acusó a una parte de la prensa argentina de azuzar sospechas en torno de las políticas de Chávez.
Se ha dicho más de una vez en este espacio que la prensa argentina es intolerablemente intrusiva. No contenta con molestar al matrimonio presidencial, ahora se inmiscuye en países vecinos.
Como por acto reflejo, los industriales argentinos salieron al cruce exigiendo seguridades para que la Argentina no imite el modelo chavista.
El centro quedó en el medio del área, sólo había que saltar a cabecear y convertir el gol.
Parte de la oposición reveló que el peligro estribaba en que ésa fuese “la profundización del modelo” con la que tanto blande el parche Kirchner.
Las asociaciones periodísticas no se quedaron atrás. y exigieron garantías para la libre expresión (y sobre todo, la libre comercialización) de los medios, temiendo que pudiese ocurrir lo mismo que en Venezuela: medio que critica, medio que cierra.
Todo muy turbio.
Demasiado turbio.
Mientras tanto, el Ministro de Justicia y Seguridad, Aníbal Fernández, se despachó a gusto por una radio (seguramente sostenida económicamente por el kirchnerismo) contra la candidata opositora Claudia Rucci, con su habitual e inflamada verborragia. Que muchas veces bordea el mal gusto y otras, directamente, el ridículo. En este caso, combinó los dos matices.
El mismo día, en otra emisora (está sí, sin ninguna duda, un bastión K), en el programa de la mañana, Luis D’Elía, como columnista, le realizó un reportaje telefónico al escrachado diputado oficialista Agustín Rossi. Imaginarán el nivel intelectual y la agudeza periodística que pudieron gozar los oyentes.
No quiero dar ideas, pero mucho me temo que estemos ante la inminencia de un “Aló, Luis”, aunque más no sea por el período que resta de campaña electoral.
En la oposición, las cosas no están mejor. Felipe Solá admite públicamente que le disgusta el sesgo que le da a la campaña Francisco De Narváez. Curiosamente, su compañero de lista.
Para mayor curiosidad, en el spot televisivo de ese mosaico políticamente indigerible que es el ProPeronismo, hablan De Narváez, Gabriela Michetti (candidata a diputada por Capital Federal) y Mauricio Macri, que no es candidato, sino jefe de gobierno porteño.
Visto desde allí, Solá tiene algún motivo para quejarse.
En el Acuerdo Cívico y Social las cosas no están mejor, sobre todo en la provincia de Buenos Aires. Algunos ni conocen la cara (mucho menos la plataforma electoral) de Margarita Stolbizer (cabeza de lista), y Ricardo Alfonsín (el más mediático) aparece poco y nada en los medios.
Eso sí, Elisa Carrió despacha sus predicciones apocalípticas por doquier. Aunque ella es candidata a diputada por la Capital Federal y ocupa el tercer lugar en la lista, habla por ella y por todos los candidatos de las restantes circunscripciones.
El panorama está complicado. Y se va a complicar más, si prospera el recurso presentado por un grupo de prestigiosos juristas, que ratificaron lo que se presumía: las candidaturas “testimoniales” son un fraude moral y, además, inconstitucionales, según explicaron en rueda de prensa.
Todo esto en medio de una semana en la que volvió el frío a Buenos Aires.
El frío y un penetrante mal olor.