domingo, 12 de julio de 2009

NO HAY DUDAS SOBRE QUIÉN TIENE EL PODER


Uno puede imaginar a Néstor Kirchner frente a un espejo, levantando una espada y gritándole a su propia imagen: “Yo tengo el poder”.
Desteñido He-Man de la política argentina, el patagónico ya no puede ocultar su condición de titiritero, de ideólogo detrás de bambalinas.
Fiel a su temperamento, en el cual no hay lugar para la crítica ni el cambo profundo sobre las ideas propias, el ex presidente decidió enroques en un gabinete que no convence a nadie. O tal vez sólo a él. La excepción que confirma la regla.
Por estos días, en la Argentina existe la mayoritaria e inocultable sensación de que el gobierno sigue negándose a escuchar el mensaje de la ciudadanía, expresado en la votación del pasado 28 de junio.
Tomemos tres casos paradigmáticos.
Si existe dentro del elenco oficial un hombre capaz de provocar rechazo en la ciudadanía y en la oposición, ése es Aníbal Fernández, un verdadero todoterreno K, dueño de una verba inflamada de dudoso gusto.
Fernández fue Ministro del Interior de un gobierno renuente a la relación con otras fuerzas que no sean las adeptas. Luego Ministro de Justicia y Derechos Humanos, instalando su célebre definición de que en la Argentina (país asolado por la delincuencia) no existe inseguridad sino “una sensación de inseguridad”. ¿Potenciada por quiénes? Como no podía ser de otra manera, por los medios periodísticos.
Su pésima gestión en ambas carteras fue “premiada” por Néstor Kirchner con un ascenso: Jefe de Gabinete. El ex presidente entenderá que da beneficios contar con alguien con personalidad contemporizadora y discurso pacificador como don Aníbal, para coordinar políticas entre ministerios y tratar con la prensa.
El obediente Amado Boudou, ejecutor de la nacionalización de las AFJP con propiedad intelectual pingüina, es flamante Ministro de Economía. Seguirá obedeciendo las mismas órdenes: el verdadero arquitecto de la política económica argentina es Néstor Kirchner. Y tratando a menudo con el Secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, capaz de suministrarle los indicadores más fiables de la economía vernácula.
Jorge Coscia, un cineasta con filmografía mediocre, de diputado nacional pasó a ser Ministro de Cultura. El 11 de marzo de 2007, el diario “Perfil” dedicó una extensa nota en la que detallaba que el ex Director del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), durante el ejercicio de ese cargo, soportó observaciones por parte de la Sindicatura General de la Nación (SIGEN) y de la Auditoría General de la Nación (AGN). En ambos casos, la mira estuvo puesta en un supuesto desmanejo económico del organismo dirigido por Coscia, que en 2005 contó con un presupuesto de 86 millones de pesos. La advertencia de la SIGEN fue clara y precisa: “La calidad de los controles existentes evidencia altas probabilidades de ocurrencia de desvíos, errores o irregularidades”.
La nota de “Perfil” detalla, además, que la Oficina Anticorrupción investigó los desproporcionados viáticos del funcionario en viajes al exterior. Pese a todo, Coscia fue convocado por su amigo Alberto Fernández, por aquél entonces Jefe de Gabinete, para sumarse a la lista de diputados kirchneristas que encabezó Rafael Bielsa en la Capital Federal. Aunque la lista ocupó el tercer lugar en las elecciones, le alcanzó a Coscia para llegar a la banca de diputado que ocupó desde diciembre de 2005 y que abandonó recientemente para velar por el patrimonio cultural argentino.
La oposición ganadora de las recientes elecciones se aglutinó, muy compacta, para rechazar enfáticamente el ensayo gatopardista del oficialismo. Los ciudadanos seguimos pensando que los K son cosa seria: ni a propósito se puede leer tan mal la realidad. Tampoco es tolerable tanta incoherencia.
Fue la propia Presidenta quien en el simulacro de conferencia de prensa del pasado 29 de junio, aseguró que, con excepción de Graciela Ocaña, el gabinete ministerial no sufriría cambios.
¿Será destituyente preguntarse, en virtud de lo sucedido después, qué valor tiene hoy la palabra de Cristina Fernández de Kirchner?
Sobre todo, después de que el cambio de ministros lo anunciara el subsecretario de Medios, Alfredo Scocimarro, quien fuera jefe de campaña de Kirchner antes de su derrota “por muy poquito” en la Provincia de Buenos Aires. Suponemos que el vocero presidencial estará de vacaciones. ¿O fue relevado sin que nos enteráramos? En rigor de verdad, cuando está en funciones nunca habla. Otro prodigio kirchnerista: un vocero presidencial silente.
Néstor Kirchner habrá pensado que lo indicado era descomprimir un poco. Seguramente habrá sugerido otro evidente maquillaje político.
En su discurso del 9 de Julio, la Presidenta apeló a un genérico llamado al diálogo (dicho como al pasar, con escaso énfasis), sin identificar interlocutores ni emitiendo señales precisas, y sacando a la palestra (eufemísticamente) la necesidad de elecciones internas partidarias antes de los comicios, sean del tipo que fueren.
A Enrique Pinti no le hubiese salido mejor.
¿Elecciones internas como las que posibilitaron que primero su esposo fuese candidato, para que luego ella lo sucediera? ¿Quiénes votaron en esas elecciones internas? Si dan con algún votante, por favor avisen y no perdamos la ocasión de hacerlo entrar en el Guiness.
En este repliegue sobre sí mismos, los Kirchner ratifican que van de mal en peor. Mientras, en la Argentina la Gripe A ya causa pánico en todos los planos. El ministro de Salud, José Luis Manzur, quien debiera estar tiempo completo sobre el tema, recibió el llamado presidencial para que “reubique” en su cartera al hombre de su confianza que había destinado para que controlara los fondos para las obras sociales, casi mil millones de pesos.
En ese lugar irá alguien con línea directa con el dirigente gremial Hugo Moyano, quien estuvo a punto de generar un colapso nervioso en el matrimonio patagónico, cuando elogió públicamente a Eduardo Duhalde y amenazó con un paro de camioneros, sindicato que él preside. Alguna vez, un veterano dirigente peronista me aseguró: “En la Argentina, nadie negocia mejor que un sindicalista”.
Los Kirchner están muy anémicos políticamente como para afrontar una batalla con alguien como Moyano. Los platos rotos los pagó Manzur, pero lo imperdonable, lo incalificable, es que se privilegien internas de este tipo (que sabemos de sobra hacia dónde y hacia qué apuntan), en lugar de optimizar la lucha contra la pandemia que estraga a la Argentina.
En diálogo con un par de analistas políticos palpé lo mismo que transmite la calle a diario: la amarga e irremediable certeza que Néstor Kirchner, lejos de alejarse del gobierno, está más presente que nunca. Y la preocupante posibilidad de que su esposa, la Presidenta de los argentinos, se encuentre cada día más alejada de las decisiones de poder.
Un gobierno encapsulado, que solamente mira su propio ombligo, rodeado por una corte de obsecuentes, inspira desconfianza.
Siete de cada diez argentinos dejaron bien claro ese mensaje en las urnas el 28 de junio.
Desde el poder no quieren acusar recibo o, directamente, prefieren ignorarlo.
Cualquiera de las dos posibilidades resulta tan inquietante como alarmantemente peligrosa.