jueves, 15 de octubre de 2009

UNIDOS POR EL ESPANTO


Los une el espanto de ser soberbios, vulgares y autoritarios.
Si no se está con ellos, es porque se está contra ellos.
Padecen fiebre de poder y se creen los dueños de la verdad.
Diego Maradona, Néstor y Cristina Kirchner y el séquito de alcahuetes que los circunda a los tres, brindan la imagen más penosa de la Argentina de los últimos años. Encaprichados en cuestiones personales (la Selección, en el primer caso y nada menos que el destino del país en el segundo), no ven ni escuchan otra cosa que lo que desean ver y escuchar.
Antes de su ataque de oralidad sexual contra la prensa, Diego Maradona estuvo a punto de pedir asilo en Marte, cuando en la noche del sábado, a los 90 minutos del partido con Perú, el equipo argentino estaba quedando afuera del Mundial. Pero apareció Palermo (en off side, un detalle menor) y Maradona pudo quedarse en la Argentina.
Ayer miércoles, colgando al equipo del travesaño contra Uruguay en el estadio Centenario (seguramente por contagio de su enemigo Carlos Bilardo, uno de los tipos que más daño le hizo al fútbol argentino como juego), a cinco minutos del final, un rebote afortunado permitió que Mario Bolatti (un jugadorazo que merece técnicos como Ángel Cappa y no improvisados como Maradona) le volvió a sacar las papas del fuego al rechoncho entrenador argentino.
Entonces, como todos los mediocres, estalló en un triunfalismo inexplicable, arremetiendo contra sus críticos con las vulgaridades más increíbles en una conferencia de prensa que vio el mundo. Setenta y dos horas antes, era un alma en pena. Después del 1 a 0 frente a Uruguay sintió que “mis jugadores me consagraron como entrenador”. En su enfermiza lógica, Maradona imagina que es una “consagración” que la Argentina (alguna vez potencia mundial en fútbol) no haya tenido que jugar el repechaje contra Costa Rica.
Si se leyó mi perfil, se verá que fui futbolista. Nada de lo que ocurre dentro de un rectángulo de juego me es ajeno. Ningún jugador puede rendir adecuadamente, en su nivel, con un entrenador que ignora cualquier táctica o estrategia por desconocimiento y por desinterés. Con un tipo que entrena sólo por la tarde porque, según me confió un colega, no hay forma de levantarlo por la mañana. Un irresponsable. Quien ose criticar sus inexistentes planteos de juego y su poco apego al trabajo, se arriesga a que la máxima deidad futbolística de la Argentina, cuando por obra de la fortuna consigue ganar un partido y saca la cabeza de debajo del agua, lo envíe a practicar espantosas oralidades.
Para el presidente de la Asociación del Fútbol Argentino, Julio Grondona, no pasó nada. Fue un exabrupto típico de las tensiones del momento. Hay que disculpar a Maradona, explicó.
Tampoco es cuestión de preocuparse demasiado por la imagen argentina. Tanto en el plano interno como en el externo, los actuales gobernantes se empeñan en competir con Maradona en cuanto a vulgaridad, autoritarismo y faltas de respeto. Que el fútbol acompañe esta mala imagen es el único acto de coherencia que demostró el kirchnerismo.
No fue casualidad que cuando el fútbol se volvió “para todos” (mejor dicho, pagado por todos) en la foto en el predio de la Asociación del Fútbol Argentino en Ezeiza estuvieran la Presidenta, Grondona y Maradona. Como dijimos, los une el espanto de la avidez de poder, de la figuración y de ignorar las críticas. Nosotros, los críticos de sus gestiones, seríamos algo así como los “contreras” de otras épocas oscuras de la historia argentina. Como ésta. ¿O ésta es peor?
Los Kirchner y sus muchachos son muy maradonianos. El 29 de junio de 2009, buscaban mesas en todas las mueblerías del país para esconderse debajo de ellas, después de la paliza electoral del día anterior. No bien olfateó el desmembramiento de la oposición y el corto lapso en el que mantendría mayoría parlamentaria, Néstor Kirchner pactó con Grondona sacarle las transmisiones del fútbol al Grupo Clarín y avanzar con la ley de medios, que instrumentó y promovió un personaje que no sólo dirigió una radio trucha, sino que la vendió mientras era funcionario público. Tiene una denuncia por este hecho. ¿Alguien piensa que la Justicia se ocupará alguna vez de ella?
En el mejor estilo Maradona, Kirchner (que no necesita de Palermo o de Bolatti; tiene el tesoro nacional) intuyó que por ahí llegaba a diciembre sin pasar por el penoso repechaje. El fútbol se volvió gratis y la ley de medios se sancionó, en medio de atropellos parlamentarios, apretadas, agresiones y sospechas de cohecho. Las críticas no le movieron un pelo al patagónico. “¿No les gusta?”, se preguntó, y seguramente como un fogonazo habrá pensado en el castigo oral maradoniano. Pero no lo dijo. Hasta ahora, guarda ciertas formas, aunque ni él ni su esposa se caractericen por ser precisamente tolerantes y educados frente a la discrepancia.
Uno de los principales problemas que tiene el kirchnerismo es la carencia de un ala intelectual respetable. O de un ala intelectual. Un puñado de artistejos de morondanga (que conocieron tiempos mejores), un par de humoristas de cabaret y “escritores” sin obra publicada componen lo poco que tienen para mostrar como apoyo desde la ¿cultura? a su gestión “progresista”. En este contexto, sería contradictorio que el Seleccionado Nacional fuese orientado por Ángel Cappa o César Luis Menotti. Los kirchneristas se sienten a gusto con los D’Elía, los Kunkel, las Diana Conti, los Pichetto, los Aníbal Fernández. Poco importa la calidad de pensamiento. Lo prioritario es la capacidad de obedecer a los designios (aunque se trate de caprichos personales) de la monarquía gobernante.
¿Y al que no le gusta? Maradona, que es un buen kirchnerista, ya indicó el camino.
Con la Selección clasificada para Sudáfrica 2010, la Ley de Medios sancionada en tiempo récord, deberíamos sentir que la fortuna abraza a la Argentina. Pero, de contreras que somos, estamos intranquilos porque siguen matando gente a raudales (“la sensación de inseguridad” de Aníbal Fernández, ¿recuerdan?), el INDEC nos toma el pelo, la economía tiene menos rumbo que Heinze al intentar un cruce en el área, la ANSES está siendo virtualmente saqueada para tapar agujeros fiscales generados por la impericia o la improvisación, continúan muriendo argentinos de hambre en todas las provincias, mientras jueces y fiscales que investigan casos de corrupción (medicamentos truchos, sospechosos enriquecimientos de funcionarios y secretarios gubernamentales) reciben las amenazas de rigor.
En la Argentina kirchenrista es mejor mirar “Fútbol para todos”, festejar la clasificación argentina para el Mundial y esperar la pluralidad democrática que promete la Ley de Medios.
Porque todo lo demás no existe.
Es, simplemente, la bronca acumulada de los contreras de siempre, de los que critican por criticar y a los cuales Maradona, muy kirchnerísticamente, les indicó el desagradable camino por seguir.