martes, 22 de diciembre de 2009

TODO SIGUE PEOR


Falta un día para cumplir un mes desde la última nota publicada.
¿Por qué el silencio? No sé muy bien. Acaso por el hastío de estar repitiendo temas: gobernantes que no escuchan (o no quieren hacerlo), opositores que hablan y se quedan en eso, más muerte que asusta y acobarda, cada vez menos alegría (y eso que se vienen las fiestas).
Por momentos tengo la sensación que la Argentina es un país resignado a aceptar su condición de sufriente fracasado.
En casi un mes de silencio en el blog, moviéndome en otros ambientes sin dejar de captar sensaciones (¿cómo hace un escritor y periodista para conseguirlo?), mi percepción se agudizó.
Escucho: “Por poco menos que esto, en Francia dan vuelta el país”. Es cierto. Y acá ocurren iguales o peores cosas que en Francia y nadie da vuelta el país.
Ni siquiera lo intenta.
¿Es necesario aclarar que lo de “dar vuelta el país” es en sentido figurado, metafórico, simbólico? Peco de obvio para no activar el detector de “destituyentes”. Por este lado van mal, muchachos.
Todavía no salgo de mi asombro sobre el bochorno del pasado 10 de diciembre. Un ex presidente y la Presidenta a pura discusión telefónica: “Bajen al recinto”, ordena ella. “Si bajamos, ganan ellos y después vienen por todo”, argumenta él.
Aunque luego el hombre bajó al recinto y tuvo que respetar un acuerdo previo (cosa que debe haberlo indigestado por varios días), me queda la duda: ¿Qué es ése todo por el que va a ir la oposición? ¿El patrimonio nacional es de alguien? ¿Fue usurpado? Respuesta teórica según la Constitución: no. Respuesta práctica según la realidad argentina 2009: sí.
La Presidenta pronostica un 2010 donde la venta de automotores será tan espectacular como los fuegos de artificio de fin de año.
Analizando las escuálidas cifras del plan canje de automotores, que ella misma anunciara hace unos meses, con los habituales bombos y platillos de la cadena nacional de la que tan enamorada está, uno duda del pronóstico.
El ministro de Economía afirma que las arcas oficiales no podrían estar más sólidas. Pero los compromisos con los acreedores se afrontan con las reservas. No hay que ser diplomado en Chicago para sospechar que algo no anda bien.
El Jefe de Gabinete frena a la Policía para que no cumpla con una orden judicial, aunque reivindica la Constitución. La Presidenta exige que el Poder Judicial sea prescindente del poder económico. El Poder Judicial se enoja con ambos pero no esboza una autocrítica a partir de la cual se pueda edificar una reforma que, a muchos funcionarios de ese poder, pareciera no convenirles.
El ex presidente, verdadera alma política en pena, anda paseándose por los rincones denunciando desestabilizaciones, planes macabros y objetivos ruines trazados por la oposición, en lugar de asumir que, desde el 10 de diciembre, deberá comandar una minoría.
El patagónico está dispuesto a tapar el sol con las manos, a vender humo en cuotas, o a tratar de fumar debajo del agua, para disimular algo absolutamente común en la vida cotidiana: haber perdido.
Para él, perder es morir (políticamente hablando). Nada más fundamentalista ni antidemocrático que ese pensamiento.
Entonces, para seguir disimulando, lo reta a duelo a Duhalde; y por Duhalde responde su esposa, Hilda “Chiche”, a quien le contesta Reutemann, quien a su vez sintió que Hilda “Chiche” le mojó la oreja.
Gente grande, aunque no parezca.
Mientras tanto, Moyano hijo bloquea plantas petroleras, aumentan los piquetes porteños (ya nadie sabe por qué), se vino el tarifazo en el transporte de larga distancia y sospechamos que seguirán otros en los demás servicios. Todos convenientemente disimulados en esa suerte de siesta social que se da entre las fiestas y las vacaciones de los que pueden tomarlas y salir.
Los comunicadores pronostican un 2010 políticamente “caliente”. El ciudadano común está cada vez más (peligrosamente) desinteresado con lo que pasa, y siente que nadie lo escucha ni lo entiende. Ni siquiera las personas que él votó en 2009 para que lo escucharan y entendieran.
Los argentinos no sabemos perder.
Le pasa a la Presidenta, al ex presidente, a la oposición y a los hinchas de fútbol.
En La Plata, simpatizantes de Estudiantes pintan frases contra Messi porque festejó el golazo del triunfo del Barcelona en la final del Mundial de Clubes, en lugar de reconocer la superioridad del rival y los méritos de los muchachos comandados por Alejandro Sabella, que con un juego destacable fueron borrando, en parte, la ignominia futbolística de aquellas épocas de un equipo al que algunos consideraban con “mística copera” y yo una horda de salvajes, mentores fundamentales del antifútbol argentino.
Somos así.
Nos vamos de vacaciones a una casa para dieciseis personas en Mar del Plata, que pagamos a la romana con la familia unita, comemos fiambre durante quince días, y a la vuelta mentimos: “Punta del Este estuvo genial. No hay como un chalet íntimo para disfrutar del descanso”.
Al cansancio de esta época del año, creo que le sumo la fatiga de ser argentino. Esa que proviene de creer que estás de vuelta de donde nunca llegaste; de convencerte que sos mejor que aquel que, si compitiera con vos, te dejaría en zona de descenso directo; de comerte todos los amagues y pensar que siempre te quedás con la pelota.
Somos los únicos que podemos cambiar esta historia.
Pero siempre estamos esperando que lo haga otro.