martes, 10 de noviembre de 2009
HABLA, HABLA, Y NO PARA DE HABLAR
Habla, habla, y no para de hablar.
Fusilamientos mediáticos, goles secuestrados, plan canje de calefones en cadena nacional.
La pobreza molesta si es televisada. ¿Si no es televisada no existe? Razonamiento poco “cinéfilo”. ¿O tenía razón Marshall McLuhan: “El medio es el mensaje”?
Si se cuestiona la inseguridad, allí subyace una campaña de la derecha.
No se puede hablar de la falta de timón, pues estaríamos frente a una prédica destituyente.
Entonces, ¿todo está genial y no nos damos cuenta?.
“La envidian porque es linda e inteligente”, opina un peleador callejero cuyos elogios son salvavidas de plomo.
¿Envidia? ¿Linda? ¿Inteligente? Mejor, la Gran Coco Basile: “No comments”.
Mientras tanto, habla, habla, y no para de hablar.
¿Incontinencia verbal? ¿Retórica estéril?
Ambas cosas.
Y un aplazo en gramática: “denostan al estado”. Tal vez la intención fue decir “denuestan al estado”. Vieja verdad: los libros no muerden. Y las conjugaciones verbales son implacables.
No hay subtes, la calle es un pandemónium de irascibles conspiradores, en auto o a pie, que desearían embestir furiosamente a quien se le cruce en el camino.
A veces lo consiguen.
No importa.
Hay que reorganizar los partidos políticos, aunque no se sepa qué hacer con los otros partidos “reorganizados”: el Fútbol Para Todos que, según parece, no lo va a pagar ninguno.
Tinelli, Susana y Mirtha opinan y, automáticamente, son descalificados.
Protestan porque tienen plata, dicen.
Lo bueno es que quienes los descalifican no la tienen.
¿O sí?
Los ricos no pueden opinar y a los pobres no hay que mostrarlos por televisión.
La clase media, que es la que queda, se gasta los dedos escribiendo imprecaciones antioficialistas en los foros de la web.
No hay que creerles. Los destituyentes no descansan. Una dosis diaria de “Seis en el siete a las ocho” y otra semanal de “Televisión Registrada”, y ahí verán lo que es bueno para los que, parece, no son tan buenos.
Habla, habla, y no para de hablar.
Y le hace coros uno de los muchachos del elenco estable: denuncia una conspiración desestabilizadora, da nombres y apellidos.
¿Es responsable en este momento crear semejante clima de temor? ¿O habrá que jugarle unos boletos (ojalá que no) a una maniobra maquiavélica y autovictimizante?
El subsidio por hijo (eufemismo que se coloca en lugar de “pobreza”) muestra a los pobres sometidos a la indignidad de la demagogia.
Alguna madre, entonces, se quiebra y llora.
Pero, atención, no hay que creerle: lo hace frente a una cámara de televisión. Los fusiles mediáticos están siempre al acecho.
Muerte, delito, paranoia, incompetencia, irritación social, diarios a domicilio por avión, exabruptos, secretarios enriquecidos, patrimonio sospechoso (y sospechado), corrupción desembozada e intolerable, represión a los “obscenos” desnudistas de la Plaza, un corte por aquí, un piquete por allá.
Algo parecido a la locura.
El “desborde emocional” del entrenador patrio y la jueza discriminadora es contagioso. Y no hay vacuna.
¿Entonces?
Habla, habla, y no para de hablar.
¿Alguien escucha?