jueves, 22 de octubre de 2009

TODO TIENE QUE VER CON TODO


Nada es casual.
Y todo tiene que ver con todo.
El entrenador de la Selección Argentina, Diego Armando Maradona, tan arisco para con la prensa en general, a punto tal de denostarla con groserías luego de la inexplicable (futbolísticamente hablando) clasificación para el Mundial de Sudáfrica 2010, volvió a un estudio de televisión y no para reeditar “La Noche del 10”.
Es verdad que cuesta ubicar dentro del rótulo “programa periodístico” el esperpento “6 en el 7 a las 8”, magazine hiperkirchnerista que se transmite de lunes a viernes a las 20 por la Televisión Oficialista, en el que se presentó el ex jugador.
Ideado por Diego Gvirtz (futuro Gerente de Programación de Canal 7 y responsable de otro ciclo ultra K: “Televisión Registrada”), el envío reúne a seis personas, algunas de las cuales tienen o tuvieron algún roce con el periodismo. En ciertos casos, desde el punto de su formación, con resultados francamente desalentadores. Poco importa. Su función en este telefelpudo K es fogonear la Ley de Medios, presentar informes sesgados y capciosos sobre una realidad en la cual todos los críticos al kirchnerismo son viles desestabilizadores, o bien burlarse de quienes no piensan como sus patrones.
Para ironizar, conviene tener una estatura profesional y un ingenio que en estos personajes no se encuentra ni pidiéndole prestada la lupa a Sherlock Holmes.
Una buena movilera no siempre deviene eficaz conductora. Cuando se tienen indiscutibles cualidades para la difícil tarea de obtener información en ámbitos hostiles, ningún salario, por abultado que fuera, justifica rifar esas condiciones para ponerse al mando de un barco con proa fija, donde el timón lo maneja algún inescrupuloso capitán, que hoy es oficialista y cuando cambie el gobierno seguirá siéndolo.
El probable “anciano sabio” pasa de sus intrincadas metáforas borgeanas a la más llana de las boberías. Lejos quedó aquella década de los '90 en la cual secundaba a otro patrón, por ese entonces menemista y dueño del multimedios en el que trabajaba. Se supone que su viraje al kirchenerismo y su aborrecimiento a la concentración de medios deben interpretarse como un signo de evolución. Los intelectuales, en el caso de que lo fuera, no cometen el pecado de ser oportunistas. ¿O sí?
Algo similar sugiere la morocha de mirada dura y rictus denunciante de tránsito lento. Luego de un comienzo gráfico en revista progre, tuvo su mejor cuarto de hora en un diario otrora vanguardista y hoy oficialista, que alguna vez, según se dijo, fue "tonificado" por el aporte del grupo empresario al que Don Néstor prefiere combatir antes que al capital. Un repentino ataque de disciplinamiento pingüino la envalentonó para señalar conspiradores por todas partes, recordar apolillados apotegmas y tensar la mandíbulas en inequívoca advertencia de “no pasarán”. Y de puro modesta y abnegada en su labor, decidió renunciar a la foto de prensa del canal, que ilustra el presente texto. ¿O se olvidaron de avisarle?
La rubia panelista es otra muestra de curiosa metamorfosis mediática. Antes de dedicarse a detectar periodistas infieles al modelo, sus obsesiones investigativas eran más mundanas: desde el cunnilingüis, pasando por el travestismo, sin olvidar el fetichismo o el masoquismo, entre otras "delicias" terrenales. Cualquiera puede tener la saludable cualidad del deseo de progreso. Como también la imperiosa necesidad de colgarse de lo que venga para tener pantalla. Vaya uno a saber.
De los muchachos que faltan, uno pintaba bien, manejando con criterio la actualidad en la informalidad matutina, pero ahora se la creyó. Es muy probable que si Tom Wolfe quisiera entrevistarlo, le pidiese al creador del Nuevo Periodismo que le enviara previamente su currículum.
El restante es tan indefinible e inexplicable como el sistema de juego de la Selección Nacional de Fútbol. Tiene menos imagen televisiva que King Kong durante el incendio de Nueva York, no se le entiende lo que habla y hasta que redondea una idea (es un decir) ya están con la tanda encima (obviamente, comerciales panfletarios sobre la conveniencia de la Ley de Medios y la pavorosa maldad de aquellos que osen querer discutir un punto o una coma de la misma).
El ciclo más bizarro de la televisión vernácula nunca incluye en sus informes críticos algún programa de la grilla de la Televisión Oficialista. Sería digno de Ripley: antes de sancionada la Ley de Miedos (no hay error de digitación), cuando solamente se mencionó la posibilidad de hablar sobre el escandaloso crecimiento patrimonial del matrimonio imperial durante 2008, el programa salió abruptamente del aire para dar paso a una publicidad. Al regresar al estudio, se prometió la continuidad del tema al día siguiente y se bajó la persiana, aunque faltara media hora de programa. Huelga decir que en la siguiente emisión ni siquiera se mencionó la buena suerte con que los Kirchner manejan sus negocios particulares.
Tal vez por todo esto, Maradona, que siempre está un paso adelante del común de los mortales, aceptó el convite. Porque estos muchachos y muchachas son como él. Nadie les impone nada. Como a él, nadie se atreve siquiera a sugerirles nada.
En “6 en el 7 a las 8“ se respira tolerancia, pluralidad y optimismo. No se pone en tela de juicio ni a la Presidenta ni a Don Julio, con quienes Diego compartió la foto cuando Don Néstor, el inesperado aliado del mandamás del fútbol argentino, tramó junto con él la socialización del balompié televisado.
Era el ámbito apropiado para que Maradona, quien ratificó la semana pasada que entre él y Bilardo reinaba la más absoluta armonía, denunciara que el actual manager de la Selección está complotando contra Grondona (Julio, no Mariano) para quedarse con el preciado sillón de la Asociación del Fútbol Argentino.
Nada es casual y todo tiene que ver con todo.
¿O no?