lunes, 23 de noviembre de 2009
LOS GUARDIANES DEL MODELO
Son hombres y mujeres que aseguran defender un modelo nacional (¿o nacionalista?) y popular (¿o populista?).
Se definen como democráticos, pero execran sin miramientos a quienes osen poner en duda la vocación patriótica y la transformación de la Argentina que el admirado (por ellos) matrimonio habría puesto en marcha desde hace seis años.
Repiten, como el peleador callejero o el ministro hiperparlante, el gastado discurso que -variantes más, variantes menos-, adjudica todas las calamidades propias a responsabilidades ajenas: la derecha, la prédica destituyente, los medios de comunicación, los monopolios o los famosos de la televisión.
En general, reivindican un pasado poco comprobable de militancia, lucha popular y fidelidad por una causa que ni siquiera pueden explicar con claridad. Son idénticos a sus mentores.
Unos pocos participan de alguna que otra marcha, pero la mayoría consume hectolitros de mate, mientras escucha con militante atención la radio AM más oficialista.
Periodistas infieles a la causa u oyentes descarriados sufrirán la ira de estos insignes revolucionarios, bramando en el contestador telefónico de la producción de los programas para poner orden.
Suelen confundir inconformismo con resentimiento e imaginar que, entre los palos de la yerba mate, se abren camino por la Sierra Maestra, blandiendo sus armas para combatir al enemigo.
Compran, sin revisar ni la fecha de envase ni de vencimiento, el discurso vacío e incoherente de quienes aseguran luchar contra la pobreza y amasan fortunas personales dignas de figurar en la revista Forbes.
No existe familiar, amigo o conocido que no sea merecedor del escarmiento en caso de contrariar el dogma innegociable.
Anacrónicos, patéticos y contradictorios, están decididos a embestir contra todo aquello que ponga en peligro el triunfo final, que (de producirse) será de unos pocos y ni siquiera los contará entre los festejos.
Pontifican como sabihondos y se oponen rabiosamente a admitir un solo error.
Jamás reconocerán que la pantomima que sostienen y protagonizan se alimenta de un odio absurdo, absolutamente funcional para quienes se aseguraron el botín, aun a costa de dividir a una sociedad sin reflejos y a una oposición política desmembrada y confundida.
Fieles a sus líderes, seguirán en la lucha, a la espera de esa jornada jubilosa que nunca llegará, y que los encontrará abandonados, frustrados y resentidos, intentando el camino de vuelta desde la Sierra Maestra, en medio de los palos de la yerba mate.