jueves, 28 de mayo de 2009

EL FÚTBOL QUE LE GUSTA A LA GENTE


Con su esplendorosa demostración de fútbol del miércoles 27 de mayo, demoliendo 2 a 0 a un Manchester United que (con respeto) parecía Yupanqui, el Barcelona dejó bien claro cuál es “el fútbol que le gusta a la gente”.
La frase, puesta en duda y blandida como chicana por los profetas del antifútbol, empezó a tomar forma en la Argentina en la década del ’60, para esparcirse luego en otros ámbitos.
La vieja discusión sigue vigente: ¿Jugar lindo es jugar bien? ¿Es más importante ganar que jugar bien?
Los adalides del resultadismo (eje principal del antifútbol, ganar sea como fuere), sostienen que lo único importante en el fútbol es el triunfo, aunque deba sacrificarse la belleza.
No me parece mal volver sobre este tema
Cuento con alguna ventaja en esta materia
Contrariamente a muchos opinólogos de tablón, de café, o periodistas, que sólo se ponen pantalones cortos cuando van a la playa, jugué muchos años al fútbol y en campeonatos bastante bravos.
No necesito que nadie me cuente por cable o por radio cómo es un vestuario, o me explique internas en un equipo o la influencia de los directores técnicos.
Tuve un entrenador que recordaré para siempre, otro relativamente bueno y el resto fue, decididamente, un conglomerado de ineptos.
Cuando un entrenador entiende que todos los que jugamos al fútbol lo hacemos porque queremos tratar bien la pelota, tirar un caño o una pared, o un cambio de frente de cuarenta metros, ese tipo entendió todo. Y cuando sabe transmitirlo, el jugador le cree; y se lo agradece, además, porque siente que no insulta su inteligencia.
Josep Guardiola, el técnico del Barcelona, tiene un plantel fenomenal. Desconozco si él será un fenómeno, pero sí estoy seguro que es un tipo sensato y sencillo.
Con jugadores como Xavi, Iniesta, Messi, Henry y el resto, por lo único que hay que preocuparse es por hacer circular la pelota, hasta terminar desmoronando al rival.
Jugar lindo es jugar bien. Y cuando se juega bien, generalmente se gana. Y la gente se entusiasma. Y los medios hablan del equipo. Y los jugadores gozan con lo que hacen, porque sienten que, en el maravilloso deporte que practican, pueden vivirse momentos sublimes.
Como el cabezazo de Messi (Recuerdo un siniestro entrenador que sostenía que los petisos no pueden jugar al fútbol), o el sablazo de Iniesta que llevó al Barsa a esta final.
El Barcelona demostró que “el fútbol que le gusta a la gente” es el mismo que nos gusta a todos nosotros. Al menos, a los que tratamos de apreciar esa sutileza artística que puede alcanzar cuando se “juega” y no se “pelea”.
En el fútbol, como en la literatura, la música o el cine, uno elige. Puede leer a Roberto Arlt o a Paulo Coelho; escuchar a Pink Floyd o a Julio Iglesias; ver “Rambo 26” o “Cinema Paradiso”.
Es una cuestión de paladar.
A mí me gusta el fútbol que le gusta a la gente.
Detesto los pizarrones, odio los videos y deploro los bidones con agua podrida.
Puesto a entrenador, no perdería energías vigilando las habitaciones de la concentración por las noches, sino en convencer a mis jugadores que lo mejor que les puede ocurrir es hacer circular la pelota. Tratarla bien, salir jugando desde atrás, agruparse y tirar un centro sólo cuando sea un pase de gol. Como el de Xavi a Messi, en el segundo del Barsa que definió el pelito.
Celebro que este gran equipo español se consagre en el preciso momento en que, en la Argentina, predomina una oleada de buen gusto futbolístico.
El campeonato lo pelean tres equipos que no rifan la pelota ni a palos: Lanús, Vélez y Huracán. Seguidos de cerca por Colón. Y con un equipo en mitad de tabla, Godoy Cruz, que se va a quedar en primera sin renunciar a lo esencial en este deporte: jugar lindo.
O sea, jugar bien. La belleza va de la mano con el talento. Y el talento se lleva bien, a veces, sólo a veces, con el éxito. Ésta es una de esas veces.
Eso sí: la belleza y el talento se disfrutan siempre, aun cuando el éxito les haga un regate.
Mientras tanto, los poderosos Boca Juniors y River Plate se caen a pedazos.
Los xeneixes, eliminados por un modesto equipo uruguayo de los cuartos de final de la Copa Libertadores, sin chances en el campeonato local y con el único objetivo de no terminar últimos, como su archirrival en el campeonato anterior, presionan a Carlos Bianchi, que desea seguir siendo manager, para que asuma ya como DT.
La situación de River es tan o más complicada que la de sus “primos”: eliminado de la Libertadores en primera ronda, sin chances locales, sus hinchas apostaron las ilusiones primero a un obeso delantero con más habilidad en las discotecas que en el área, y luego al retorno de un antiguo ídolo, que cerrará su ciclo seguramente mucho antes de lo que todos esperan.
Ni Boca ni River s cultivan “el fútbol que le gusta a la gente”.
Tampoco ninguno de los otros tres grandes, de los que se puede detectar su paladar futbolístico a partir de los entrenadores que están en el cargo.
San Lorenzo está dirigido por Diego “Cholo” Simeone, Racing por Ricardo Caruso Lombardi e Independiente por Américo Rubén Gallego.
Todo dicho.
De modo que los profetas del antifútbol, deberán exiliarse por un tiempo, buscar nuevos horizontes y tratar de embaucar con sus mentiras a otros ingenuos.
Hoy, es el momento del fútbol que le gusta a la gente.
El que practican los que juegan lindo, que son los que juegan bien, y que –a veces, por fortuna- silencian a los que pretenden denigrar la estética del deporte más hermoso del mundo.

miércoles, 27 de mayo de 2009

ALGO HUELE MAL


Las candidaturas testimoniales quedaron ya a la altura de porotos, con las perlitas que, en los últimos días, decoran el escenario preelectoral.
Boletas truchas con intenciones claras de confundir a los votantes, candidatos habilitados para el oficialismo y otros impugnados para la oposición, sospechas de fraude, mails atemorizantes que circulan por Internet y los corcoveos políticos del kirchnerismo que, por primera vez, está dando señales claras de desorientación.
El principal aliado continental del matrimonio patagónico, Hugo Chávez, metió a los K en un brete de proporciones, al nacionalizar una de las empresas del grupo Techint sin –aparentemente- dar aviso previo a la Casa Rosada, a Olivos, o a El Calafate.
Una semana antes de tomar la decisión, el militar venezolano estuvo en amistoso paseo por nuestras tierras. Lo que incluyó veladas familiares en la Patagonia. Sugestivamente, no habría mencionado el tema a sus anfitriones. .
Para colmo, un micrófono indiscreto rescató el momento en que Chávez le anticipaba informalmente al presidente brasileño, Lula Da Silva, una inminente ola de nacionalización de empresas extranjeras, que excluiría a las de la tierra de Pelé.
Chávez se declara amigo de los Kirchner. En política, la amistad tiene curiosas o inexplicables variaciones.
Dicen que la presidenta se encolerizó y, vía telefónica, pidió una desmentida oficial a su amigo venezolano.
Apenas consiguió un comunicado de compromiso, y bien lavado, de la cancillería bolivariana, en el que se adjudicó el incidente a una pequeña broma. De paso, cañazo. En el mismo comunicado, se acusó a una parte de la prensa argentina de azuzar sospechas en torno de las políticas de Chávez.
Se ha dicho más de una vez en este espacio que la prensa argentina es intolerablemente intrusiva. No contenta con molestar al matrimonio presidencial, ahora se inmiscuye en países vecinos.
Como por acto reflejo, los industriales argentinos salieron al cruce exigiendo seguridades para que la Argentina no imite el modelo chavista.
El centro quedó en el medio del área, sólo había que saltar a cabecear y convertir el gol.
Parte de la oposición reveló que el peligro estribaba en que ésa fuese “la profundización del modelo” con la que tanto blande el parche Kirchner.
Las asociaciones periodísticas no se quedaron atrás. y exigieron garantías para la libre expresión (y sobre todo, la libre comercialización) de los medios, temiendo que pudiese ocurrir lo mismo que en Venezuela: medio que critica, medio que cierra.
Todo muy turbio.
Demasiado turbio.
Mientras tanto, el Ministro de Justicia y Seguridad, Aníbal Fernández, se despachó a gusto por una radio (seguramente sostenida económicamente por el kirchnerismo) contra la candidata opositora Claudia Rucci, con su habitual e inflamada verborragia. Que muchas veces bordea el mal gusto y otras, directamente, el ridículo. En este caso, combinó los dos matices.
El mismo día, en otra emisora (está sí, sin ninguna duda, un bastión K), en el programa de la mañana, Luis D’Elía, como columnista, le realizó un reportaje telefónico al escrachado diputado oficialista Agustín Rossi. Imaginarán el nivel intelectual y la agudeza periodística que pudieron gozar los oyentes.
No quiero dar ideas, pero mucho me temo que estemos ante la inminencia de un “Aló, Luis”, aunque más no sea por el período que resta de campaña electoral.
En la oposición, las cosas no están mejor. Felipe Solá admite públicamente que le disgusta el sesgo que le da a la campaña Francisco De Narváez. Curiosamente, su compañero de lista.
Para mayor curiosidad, en el spot televisivo de ese mosaico políticamente indigerible que es el ProPeronismo, hablan De Narváez, Gabriela Michetti (candidata a diputada por Capital Federal) y Mauricio Macri, que no es candidato, sino jefe de gobierno porteño.
Visto desde allí, Solá tiene algún motivo para quejarse.
En el Acuerdo Cívico y Social las cosas no están mejor, sobre todo en la provincia de Buenos Aires. Algunos ni conocen la cara (mucho menos la plataforma electoral) de Margarita Stolbizer (cabeza de lista), y Ricardo Alfonsín (el más mediático) aparece poco y nada en los medios.
Eso sí, Elisa Carrió despacha sus predicciones apocalípticas por doquier. Aunque ella es candidata a diputada por la Capital Federal y ocupa el tercer lugar en la lista, habla por ella y por todos los candidatos de las restantes circunscripciones.
El panorama está complicado. Y se va a complicar más, si prospera el recurso presentado por un grupo de prestigiosos juristas, que ratificaron lo que se presumía: las candidaturas “testimoniales” son un fraude moral y, además, inconstitucionales, según explicaron en rueda de prensa.
Todo esto en medio de una semana en la que volvió el frío a Buenos Aires.
El frío y un penetrante mal olor.

lunes, 25 de mayo de 2009

TÁCTICA Y ESTRATEGIA


A comienzos de los ’90 trabajaba en el matutino El Cronista, como editor de la sección Arte y Espectáculos. Era habitual que me llamaran de distintas producciones para pautar notas o confirmar entrevistas.
Lo inhabitual sucedió el día que recibí un llamado para invitarme, al día siguiente, a la jornada final del rodaje nada común de una película argentina. A medida que la asistente del director me pasaba los datos, mi mundo comenzó a dar vueltas. Recuerdo que la cita fue a las once, en el viejo cabaret “El dragón rojo”, en San José casi llegando a Avenida de Mayo, que por ese entonces sólo habitaban sus propios fantasmas.
Con el fotógrafo llegamos puntuales. Bajamos las legendarias escaleras hacia el bullicio que llegaba desde el set que, por unas inolvidables horas, reanimaría el espíritu del legendario lugar, haciendo brotar la sonrisa de los fantasmas.
Él estaba acodado en la barra, con un traje azul de marinero, copa en mano, recitando poemas en alemán a una de las chicas del lugar. Observé en silencio los ensayos y las tomas sin dejar de conmoverme por ese hombre bajito y simpático que, con mansedumbre, acataba las respetuosas directivas de Eliseo Subiela, que estaba poniéndole el moño a una de sus mejores películas: “El lado oscuro del corazón”.
Hubo aplausos y euforia de todo el equipo cuando finalizó la escena, la última del rodaje. Él compartía la alegría y estoy seguro que captaba la devoción que su figura despertaba entre nosotros.
Cuando estuve sentado frente a él, grabador de por medio, vino a mi mente mi propia película: los poemas aprendidos para intercalar alguna frase en medio del amor, o a la salida de la escuela, cuando alguna estrofa garabateada en un papel acompañaba rosas robada en casas que, por ese entonces, no tenían rejas.
Nunca fue plagio ni impostura, maestro. Siempre aclaré que esos versos eran suyos.
¡Cuánta vida le había dado este hombre a mi adolescencia y a mi juventud! Después, cuando la adultez trajo tormentas existenciales, naufragios personales y desolaciones amorosas, me refugié en sus versos para renacer fortalecido. Mi preferido era éste:

Mi táctica es
mirarte
aprender como sos
quererte como sos

mi táctica es
hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible

mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
pero quedarme en vos

mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
no haya telón
ni abismos

mi estrategia es
en cambio
más profunda y más
simple
mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites.

Tenía razón, maestro, ésta es la única “Táctica y estrategia” que vale el esfuerzo planificar.
Pero no se lo iba a decir ahí, en una charla en la que debíamos hablar de la película. Aunque, claro, fiel a salirme siempre del libreto y argentino al fin, la noche anterior había manoteado de la biblioteca a las apuradas uno de sus libros y una vez apagado el grabador se lo extendí para que lo firmara.
Mi respiración se entrecortó cuando percibí el enrojecimiento de su rostro, la cólera apenas disimulada en sus ojos bondadosos y en la voz ligeramente más alta que lo habitual.
-¡Pero este libro es una edición pirata hecha en México!
¡Linda la había hecho! Encima, tomé el libro que era de mi mujer. Me gusta hacer macanas a lo grande.
-Igual, te lo voy a firmar…
Respiré, mientras él, repuesto del incidente, volvió a sonreír. Compartí un café a las apuradas junto al centro de todas las miradas, Subiela y el equipo. Lamenté tanto tener que salir a las apuradas para la redacción. Tenía que escribir lo que al día siguiente sería la tapa del Suplemento, ilustrada por la foto del poeta marinero. Agradecí la invitación al almuerzo-festejo en el que tanto me hubiera gustado estar.
No importa.
Me quedó este recuerdo. Y el trato que hice con mi esposa: el libro seguirá siendo suyo de por vida y la primera página autografiada, mía. También de por vida.
Ella fue franca y yo también. No nos vendimos simulacros y nos gusta que no haya telones ni abismos entre nosotros.
A veces, maestro, creo que ella por fin me necesita.

miércoles, 13 de mayo de 2009

ESTAMOS EN PROBLEMAS


Desde el lunes pasado por la noche, el gran tema de conversación en la Argentina es “Gran Cuñado”, la sátira del reality show con políticos que conduce Marcelo Tinelli, como parte de su programa “ShowMatch”.
Programas de chimentos y otros que presumen de serios, en radio y televisión, continúan analizando el impacto que podrían tener en la opinión pública las imitaciones del grupo de humoristas del hombre de Bolívar.
Con un humor de trazo grueso, ramplón y escasamente ingenioso, el ciclo se convirtió en la esperanza de muchos candidatos, que ven en la sátira de sus figuras una posibilidad para convocar votantes. Confían más en el ingenio de guionistas televisivos que en sus propias capacidades. Con una aclaración: ninguno de los escribas es César Bruto o Santiago Varela, y Tinelli está a años luz de Tato Bores.
Comentan que Julio Cobos está muy enojado por el carácter errático y la indecisión permanente de su personaje en tevé. Que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner quedó conforme con el tratamiento que le dieron a su figura. Señal inequívoca del tremendo poder mediático del hincha más famoso que tiene San Lorenzo.
Hay quienes sostienen que tamaño interés tiene su origen cuando, en ediciones anteriores del ciclo, el humor social por las caricaturas habría determinado, por ejemplo, el triunfo de Mauricio Macri en las elecciones para la Jefatura de Gobierno de Buenos Aires.
Si esto fuese así, estamos en problemas.
La alianza entre la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica llevó a la justicia el tema de las candidaturas testimoniales. No sería sorpresa que la Justicia Federal de La Plata (donde se presentó la denuncia) se lavara las manos.
Uno de los candidatos “testimoniales” del oficialismo es Daniel Scioli, gobernador de la Provincia de Buenos Aires, con sede política en esa ciudad.
El camino probable es la Suprema Corte de Justicia, que ya demostró su “independencia” cuando, en consonancia tácita con el pensamiento del Ministro de Justicia, Aníbal Fernández, y el Copresidente, Néstor Kirchner, dos de sus miembros (Carmen Argibay y Eugenio Zaffaroni) opinaron que, artículos más, incisos menos, la inseguridad está amplificada por los medios periodísticos.
Si la Justicia no es independiente, estamos en problemas.
Una parte de la sociedad, entre la que se encuentran algunos amigos, optó por un curioso método de razonamiento ante las elecciones del 28 de junio: piensan votar no por convicción ideológica, sino contra el supuesto “enemigo” que se agazapa en la oposición, que se ensaña con destruir el proyecto revolucionario de los Kirchner.
Veo y escucho a gente que considero inteligente hablar como si Néstor fuera Fidel Castro y Cristina, Rosa Luxemburgo. Entre la sorpresa y la pena, me preocupa que estén convencidos sobre el supuesto progresismo de un gobierno atestado por denuncias de corrupción prolijamente adormecidas en los tribunales, y peligrosamente volcado a métodos autoritarios y antidemocráticos para “imponer” sus ideas.
Si a los que pueden pensar se les sulfató el chip, estamos en problemas.

Como en los denostados ’90, algunos integrantes de la farándula ocupan lugar en las listas del oficialismo. Clotilde Acosta es la muestra más concreta. Clotilde que no es Nacha, y Acosta que no es Guevera, ostenta como experiencia política un difuso pasado de militante y el haber protagonizado hace muy poco “Evita, el gran musical argentino”.
No quisiera pensar que, alguna mente afiebrada, imaginó la posibilidad de una suerte de fantasía colectica transitiva, a través de la cual sufragar por Clotilde Acosta equivaldría, en el inconsciente de varios votantes, a hacerlo por la primera esposa del General Juan Domingo Perón.
Me cuesta pensar en tamaña estulticia. De un lado y del otro del mostrador. O sea: de quienes venden y de quienes compran.
Suerte que, para equilibrar las listas, están los referentes de la “nueva política”. Aunque se parecen bastante a los diputados, intendentes y sindicalistas que en las últimas décadas promovieron las trenzas más repugnantes y los acuerdos más sospechosos, que dejaron zona liberada para la más rancia corrupción.
Si esto fuese así (aunque me niego a pensar en tamaño retroceso), estamos en problemas.
El vocablo de moda impuesto en estos tiempos por los políticos (verdaderos terroristas del idioma) es “destituyente”. Con él se adjetiva la versión que, por lo menos desde febrero de este año, asegura que un fuerte revés del oficialismo en las elecciones legislativas de junio, desencadenaría la renuncia de la Presidenta, la asunción del Vicepresidente y una transición “ordenada” (dicen) hasta 2011. Lo que no dicen es que esa versión se originó en el ámbito legislativo; en el Congreso, concretamente. Por una vez, el periodismo parece estar fuera de toda sospecha “destituyente”.
Supongo que en esta versión poco y nada tiene que ver aquél trascendido que circuló hace más de un año, cuando en plena crisis con el campo, y luego del voto “no positivo” de Cobos, los Kirchner amenazaron con tirarle el gobierno por la cabeza a quienes, según ellos, “habían ganado”.
Si cualquiera de estas dos versiones fuese cierta, estamos en problemas.
En serios problemas.