miércoles, 9 de mayo de 2012

LA VERDAD, NADA MÁS QUE LA VERDAD


Vuelvo a escribir en caliente, como se debe cuando de fútbol se trata.
El  rotundo papelón del equipo de Marcelo Bielsa ante el Atlético de Madrid, de Diego Simeone (un hecho digno ser considerado surrealista, dado que ambos llegaron a la final de una Copa), certifica lo que vengo sosteniendo acerca del ex entrenador de la Selección Nacional.  
Seguramente el Locutor Oficial o el Relator del Relato y sus obsecuentes adláteres, sostendrán a viva voz que murió con las botas puestas, ensayando todo tipo de prédica vacua y sofista a la que son tan afectos el filopensador oriental y su troupe.
La verdad es que Bielsa y los suyos se toparon contra la realidad: comerse tres goles contra el impresentable equipo de Simeone es una renovada muestra de la tozudez bielsística. Para el deprimido rosarino los esquemas están primero, los jugadores después y si ambos no armonizan, que los segundos se adapten a los primeros. Algo similar a poner a nadar a un basquetbolista en los Juegos Olímpicos. Si es atleta, ¿cómo no va a poder competir?
Por enésima vez, Bielsa volvió a asumir toda la responsabilidad en el fracaso.  Y no hablo del resultado (justo yo, declarado antiresultadista), sino de una forma irracional de plantear el bellísimo juego del fútbol, que es muy sencillo en su esencia: pasarle la pelota al compañero, buscar los claros (o fabricarlos si el rival no los deja) y ensayar una movilidad permanente. El Barcelona ya demostró que esto (y mucho más) es posible.
De esta arrolladora sencillez, pasemos a la lectura bielsiana de la derrota 0-3: “El resultado fue justo y la diferencia exagerada. Lo que lamento es que las diferencias que se vieron en el campo no son las que existen y que el escenario se parecía más al que aspiraba el Madrid que al que queríamos nosotros".
¿?
Ahá (escribo por escribir algo).
 "Era una actuación que no esperábamos –siguió discurriendo el estudioso- , una diferencia entre lo que creíamos que podíamos producir y lo que finalmente generamos. No defendimos bien, no fuimos claros para atacar y jugamos menos de lo que estamos en condiciones de producir, eso tiene que ver directamente con mi responsabilidad".
En el discurso se advierten claramente influencias de Rousseau, Marx, Heggel y Umberto Ecco, pero también muy poco apego a la realidad futbolística (y a la otra).
La realidad, como no recuerdo quién reflexionó, es lo más cercano a la verdad.
Últimamente el fútbol ha sido tomado por estos pretendidos sesudos intelectuales  sin diploma que, paradójicamente, cada día vacían más de contenido la belleza de este deporte.
Ir para adelante en masa no es lo mismo que atacar. Jugar la pelota para atrás nada tiene que ver con controlar el balón. Obcecarse con la idea de que dos formidables centrodelanteros goleadores no pueden jugar juntos porque chocarían, además de ser - lisa y llanamente- una imbecilidad futbolística, es ofender la inteligencia de dos jugadores de formidable  jerarquía.
Bielsa no cambia sus conceptos, lo cual para algunos es una muestra de coherencia.  Y así le va. Y no hablo de los resultados, sino de los métodos, de las herramientas. Le ocurrió en Chile, ahora en el Bilbao y mucho tiempo atrás en la Selección Nacional. En todos esos lugares les quemó la cabeza a los jugadores que nunca lo entendieron, porque en este bello y simple juego que es el fútbol (que practiqué durante muchos años) no hay nada más difícil que jugar sencillo.
Así lo demostraron el Ajax de Cruyff, Holanda del 74,  Huracán del 73 y la Selección del 78 del Flaco Menotti, el Globo 2009 modelo Ángel Cappa, y el genial, inimitable e inalcanzable Barcelona de Pep Guardiola, con ese pibe Messi que no canta el himno, ni ganó nada con la Selección…
Andáaaaaaaaaaaaa….
Perdón. Tengo demasiada tribuna encima y, a veces,  las cosas se me mezclan. Trataré de guardar las formas.
Repito: no intento hacer leña del árbol caído (de eso se encargará Fernandito), simplemente  deseo  seguir defendiendo el fútbol que me gusta y le gusta a mucha gente.
Y, también, de dejar de adorar mitos de barro, falsarios decididamente desequilibrados mental y emocionalmente.
La cuestión no está en poses demagógicas (no saludar a Piñera, negarse a dormir en una pieza cinco estrellas –como si hubiera firmado un contrato por el mínimo de convenio-, no atender a la prensa en privado), sino en demostrar con hechos lo que se pregona con palabras.
Pero, claro, la Tierra no es cuadrada, ni la luna se tiñe de verde.
Todas las mañanas sale el sol.
Batistuta y Crespo podían (y debían) jugar juntos.
A no perder la esperanza: el Barcelona, ya sin el Gran Pep, volverá a demostrarnos que el fútbol puede ser un juego simple y bellísimo, sin filosofía barata y zapatillas de goma (Permiso, Charly).
Los refranes, como las normas, tienen su excepción: no siempre los locos dicen la verdad.
A veces están simplemente locos.