lunes, 14 de marzo de 2011

ALGO PERSONAL


Siendo muy pequeño, luego de ver Los inútiles, de Federico Fellini, intuí que entre el cine italiano y yo habría algo personal, al margen de lo estrictamente genético que mi apellido revela.

Pranzo di Ferragosto (Almuerzo de Ferragosto), ridículamente bautizada en la Argentina como Un feriado particular, es una película luminosa, grácil, de una ternura inconmensurable.

Gianni es un sesentón soltero que vive en un pueblito con su madre anciana. No espera nada de la vida que no sea la rutina que impone cuidar a su progenitora y la posibilidad de degustar un buen vino blanco cada vez que la ocasión lo permite.

Cuando por distintas circunstancias, calores de Ferragosto mediante, tres ancianas más se incorporen por unos días a la casa familiar, la vida de Gianni se alterará levemente, casi sin molestias, sólo para poner de manifiesto que las miserias humanas afloran con una preocupante facilidad en un buen número de personas.

El propio Gianni, a quien también le cabe el sayo, deberá aceptar, casi a regañadientes, convertir su hogar en una suerte de geriátrico por unas horas, a cambio de conmutación de deudas varias.

Prescindiendo del histrionismo exasperado propio de algunas corrientes cinematográficas italianas, apostando al medio tono, a la imagen amable y a una ternura en fondo y forma, Pranzo di Ferragosto construye una formidable fotografía sobre un tema que el cine aborda cada vez menos: la vejez.

A los 60 años (el film es de 2008), luego de varios trabajos en el medio, Gianni Di Gregorio asume esta primera película como director, coguionista y protagonista. En los tres roles demuestra mesura, buen gusto y un cálido sentimentalismo.

Tal vez por los acentos de clima y puesta, por esa delicadeza en las miradas y en los gestos captados por una cámara curiosa pero nunca invasiva, el estilo de Di Gregorio recuerda al gran Ettore Scola en sus películas más intimistas, como ¿Qué hora es?, aquella en la que Marcello Mastroianni y Massimo Troisi eran padre e hijo.

Pranzo di Ferragosto son setenta y cinco minutos de calidez, humor y esperanza. Con ese sello de calidad que los italianos manejan con maestría.

El mismo que advertí, sin saberlo, cuando hace tantísimos años vi por primera vez una película italiana, sin imaginar todo lo bueno que vendría después.