Vuelvo a escribir en caliente,
como se debe cuando de fútbol se trata.
El rotundo papelón del equipo de Marcelo Bielsa
ante el Atlético de Madrid, de Diego Simeone (un hecho digno ser considerado
surrealista, dado que ambos llegaron a la final de una Copa), certifica lo que
vengo sosteniendo acerca del ex entrenador de la Selección Nacional.
Seguramente el Locutor Oficial o
el Relator del Relato y sus obsecuentes adláteres, sostendrán a viva voz que
murió con las botas puestas, ensayando todo tipo de prédica vacua y sofista a
la que son tan afectos el filopensador oriental y su troupe.
La verdad es que Bielsa y los
suyos se toparon contra la realidad: comerse tres goles contra el impresentable
equipo de Simeone es una renovada muestra de la tozudez bielsística. Para el deprimido rosarino los esquemas están primero, los jugadores después y si
ambos no armonizan, que los segundos se adapten a los primeros. Algo similar a
poner a nadar a un basquetbolista en los Juegos Olímpicos. Si es atleta, ¿cómo
no va a poder competir?
Por enésima vez, Bielsa volvió a
asumir toda la responsabilidad en el fracaso.
Y no hablo del resultado (justo yo, declarado antiresultadista), sino de
una forma irracional de plantear el bellísimo juego del fútbol, que es muy
sencillo en su esencia: pasarle la pelota al compañero, buscar los claros (o
fabricarlos si el rival no los deja) y ensayar una movilidad permanente. El Barcelona
ya demostró que esto (y mucho más) es posible.
De esta arrolladora sencillez,
pasemos a la lectura bielsiana de la
derrota 0-3: “El resultado fue justo y la
diferencia exagerada. Lo que lamento es que las diferencias que se vieron en el
campo no son las que existen y que el escenario se parecía más al que aspiraba
el Madrid que al que queríamos nosotros".
¿?
Ahá (escribo por escribir algo).
"Era una actuación que no
esperábamos –siguió discurriendo el estudioso-
, una diferencia entre lo que creíamos
que podíamos producir y lo que finalmente generamos. No defendimos bien, no
fuimos claros para atacar y jugamos menos de lo que estamos en condiciones de
producir, eso tiene que ver directamente con mi responsabilidad".
En el discurso se advierten
claramente influencias de Rousseau, Marx, Heggel y Umberto Ecco, pero también
muy poco apego a la realidad futbolística (y a la otra).
La realidad, como no recuerdo
quién reflexionó, es lo más cercano a la verdad.
Últimamente el fútbol ha sido
tomado por estos pretendidos sesudos intelectuales sin diploma que, paradójicamente, cada día
vacían más de contenido la belleza de este deporte.
Ir para adelante en masa no es lo
mismo que atacar. Jugar la pelota para atrás nada tiene que ver con controlar
el balón. Obcecarse con la idea de que dos formidables centrodelanteros
goleadores no pueden jugar juntos porque chocarían, además de ser - lisa y
llanamente- una imbecilidad futbolística, es ofender la inteligencia de dos
jugadores de formidable jerarquía.
Bielsa no cambia sus conceptos,
lo cual para algunos es una muestra de coherencia. Y así le va. Y no hablo de los resultados, sino
de los métodos, de las herramientas. Le ocurrió en Chile, ahora en el Bilbao y
mucho tiempo atrás en la Selección Nacional. En todos esos lugares les quemó la cabeza a los jugadores que
nunca lo entendieron, porque en este bello y simple juego que es el fútbol (que
practiqué durante muchos años) no hay nada más difícil que jugar sencillo.
Así lo demostraron el Ajax de
Cruyff, Holanda del 74, Huracán del 73 y
la Selección del 78 del Flaco Menotti, el Globo 2009 modelo Ángel Cappa, y el
genial, inimitable e inalcanzable Barcelona de Pep Guardiola, con ese pibe
Messi que no canta el himno, ni ganó nada con la Selección…
Andáaaaaaaaaaaaa….
Perdón. Tengo demasiada tribuna
encima y, a veces, las cosas se me
mezclan. Trataré de guardar las formas.
Repito: no intento hacer leña del
árbol caído (de eso se encargará Fernandito), simplemente deseo seguir
defendiendo el fútbol que me gusta y le gusta a mucha gente.
Y, también, de dejar de adorar
mitos de barro, falsarios decididamente desequilibrados mental y emocionalmente.
La cuestión no está en poses
demagógicas (no saludar a Piñera, negarse a dormir en una pieza cinco estrellas
–como si hubiera firmado un contrato por el mínimo de convenio-, no atender a
la prensa en privado), sino en demostrar con hechos lo que se pregona con
palabras.
Pero, claro, la Tierra no es
cuadrada, ni la luna se tiñe de verde.
Todas las mañanas sale el sol.
Batistuta y Crespo podían (y
debían) jugar juntos.
A no perder la esperanza: el Barcelona,
ya sin el Gran Pep, volverá a demostrarnos que el fútbol puede ser un juego simple
y bellísimo, sin filosofía barata y
zapatillas de goma (Permiso, Charly).
Los refranes, como las normas,
tienen su excepción: no siempre los locos dicen la verdad.
A veces están simplemente locos.