miércoles, 13 de mayo de 2009

ESTAMOS EN PROBLEMAS


Desde el lunes pasado por la noche, el gran tema de conversación en la Argentina es “Gran Cuñado”, la sátira del reality show con políticos que conduce Marcelo Tinelli, como parte de su programa “ShowMatch”.
Programas de chimentos y otros que presumen de serios, en radio y televisión, continúan analizando el impacto que podrían tener en la opinión pública las imitaciones del grupo de humoristas del hombre de Bolívar.
Con un humor de trazo grueso, ramplón y escasamente ingenioso, el ciclo se convirtió en la esperanza de muchos candidatos, que ven en la sátira de sus figuras una posibilidad para convocar votantes. Confían más en el ingenio de guionistas televisivos que en sus propias capacidades. Con una aclaración: ninguno de los escribas es César Bruto o Santiago Varela, y Tinelli está a años luz de Tato Bores.
Comentan que Julio Cobos está muy enojado por el carácter errático y la indecisión permanente de su personaje en tevé. Que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner quedó conforme con el tratamiento que le dieron a su figura. Señal inequívoca del tremendo poder mediático del hincha más famoso que tiene San Lorenzo.
Hay quienes sostienen que tamaño interés tiene su origen cuando, en ediciones anteriores del ciclo, el humor social por las caricaturas habría determinado, por ejemplo, el triunfo de Mauricio Macri en las elecciones para la Jefatura de Gobierno de Buenos Aires.
Si esto fuese así, estamos en problemas.
La alianza entre la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica llevó a la justicia el tema de las candidaturas testimoniales. No sería sorpresa que la Justicia Federal de La Plata (donde se presentó la denuncia) se lavara las manos.
Uno de los candidatos “testimoniales” del oficialismo es Daniel Scioli, gobernador de la Provincia de Buenos Aires, con sede política en esa ciudad.
El camino probable es la Suprema Corte de Justicia, que ya demostró su “independencia” cuando, en consonancia tácita con el pensamiento del Ministro de Justicia, Aníbal Fernández, y el Copresidente, Néstor Kirchner, dos de sus miembros (Carmen Argibay y Eugenio Zaffaroni) opinaron que, artículos más, incisos menos, la inseguridad está amplificada por los medios periodísticos.
Si la Justicia no es independiente, estamos en problemas.
Una parte de la sociedad, entre la que se encuentran algunos amigos, optó por un curioso método de razonamiento ante las elecciones del 28 de junio: piensan votar no por convicción ideológica, sino contra el supuesto “enemigo” que se agazapa en la oposición, que se ensaña con destruir el proyecto revolucionario de los Kirchner.
Veo y escucho a gente que considero inteligente hablar como si Néstor fuera Fidel Castro y Cristina, Rosa Luxemburgo. Entre la sorpresa y la pena, me preocupa que estén convencidos sobre el supuesto progresismo de un gobierno atestado por denuncias de corrupción prolijamente adormecidas en los tribunales, y peligrosamente volcado a métodos autoritarios y antidemocráticos para “imponer” sus ideas.
Si a los que pueden pensar se les sulfató el chip, estamos en problemas.

Como en los denostados ’90, algunos integrantes de la farándula ocupan lugar en las listas del oficialismo. Clotilde Acosta es la muestra más concreta. Clotilde que no es Nacha, y Acosta que no es Guevera, ostenta como experiencia política un difuso pasado de militante y el haber protagonizado hace muy poco “Evita, el gran musical argentino”.
No quisiera pensar que, alguna mente afiebrada, imaginó la posibilidad de una suerte de fantasía colectica transitiva, a través de la cual sufragar por Clotilde Acosta equivaldría, en el inconsciente de varios votantes, a hacerlo por la primera esposa del General Juan Domingo Perón.
Me cuesta pensar en tamaña estulticia. De un lado y del otro del mostrador. O sea: de quienes venden y de quienes compran.
Suerte que, para equilibrar las listas, están los referentes de la “nueva política”. Aunque se parecen bastante a los diputados, intendentes y sindicalistas que en las últimas décadas promovieron las trenzas más repugnantes y los acuerdos más sospechosos, que dejaron zona liberada para la más rancia corrupción.
Si esto fuese así (aunque me niego a pensar en tamaño retroceso), estamos en problemas.
El vocablo de moda impuesto en estos tiempos por los políticos (verdaderos terroristas del idioma) es “destituyente”. Con él se adjetiva la versión que, por lo menos desde febrero de este año, asegura que un fuerte revés del oficialismo en las elecciones legislativas de junio, desencadenaría la renuncia de la Presidenta, la asunción del Vicepresidente y una transición “ordenada” (dicen) hasta 2011. Lo que no dicen es que esa versión se originó en el ámbito legislativo; en el Congreso, concretamente. Por una vez, el periodismo parece estar fuera de toda sospecha “destituyente”.
Supongo que en esta versión poco y nada tiene que ver aquél trascendido que circuló hace más de un año, cuando en plena crisis con el campo, y luego del voto “no positivo” de Cobos, los Kirchner amenazaron con tirarle el gobierno por la cabeza a quienes, según ellos, “habían ganado”.
Si cualquiera de estas dos versiones fuese cierta, estamos en problemas.
En serios problemas.