jueves, 30 de abril de 2009
NO DEJEN QUE EXPLOTE
El Copresidente de facto, Néstor Kirchner, visionario y previsor, ya lo anunció: si el gobierno pierde las elecciones legislativas del 28 de junio, “la Argentina explota”. Aunque, si me permite, don Néstor, gramaticalmente correspondería haber dicho “explotará”, ya que usted se refiere a un hecho futuro.
Restaría saber qué ganaría la Argentina si el partido oficialista logra imponerse en los comicios.
La respuesta inmediata de un disciplinado soldado K sería: “La continuidad del modelo”.
Los contreras de siempre apuntan: para que haya continuidad de algo, debería existir ese algo. ¿Cuál es el modelo kirchnerista? ¿Esta mamarrachesca acumulación de improvisaciones de todo tipo se puede, o se debe, llamar “modelo”?
Comentarios interesados de opositores “de derecha”, (en los que no creo, naturalmente) adjudican esta apocalíptica premonición a dos posibilidades: O Néstor I está sumamente desesperado porque los sondeos lo dan en descenso directo (no llega ni a la Promoción), o toma a la mayoría de los argentinos por imbéciles.
Los opositores sostienen: de “nosotros o el caos”, pasamos a “volvemos al 2001”. ¿Cuál será le temible plaga siguiente?, se preguntan.
Sin entrar en tremendismos ni disloques partidarios, podríamos arriesgar algunas hipótesis, en virtud de la prolijidad, los progresos y la efectividad que el emperador patagónico viene demostrando en sus dos gobiernos.
Seguramente, si el kirchnerismo no gana las elecciones legislativas, podrían desatarse algunas de estas calamidades:
• La situación sanitaria del país quedaría tan descuidada, que podría declararse una epidemia de dengue.
• Fuera de sus casillas por el resultado electoral, nadie podría asegurar que caracteres templados como el del “intelectual” Luis D’Elía no se vieran tentados al desborde violento durante los festejos opositores.
• La seguridad, tan celosamente custodiada por la monarquía K y el sobrio y circunspecto ministro Aníbal Fernández, podría sufrir tal colapso, que los argentinos llegaríamos a tener miedo hasta de salir a la calle. Robos, asesinatos y violaciones, serían moneda corriente.
• La libertad de prensa podría verse seriamente amenazada. Nadie estaría en condiciones de asegurar que, por citar un ejemplo, el periodista Nelson Castro pudiera mantener su programa en Radio Del Plata sin que se viera acechado por la intolerancia de los ganadores (todos “de derecha”, según el oficialismo) y su ciclo fuese levantado sin más.
• Presa de un incontenible ataque de furia, la Copresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, podría abandonar su estilo austero y de bajo perfil, y reemplazar su vestuario comprado en Falabella y sus carteras adquiridas en la Recova de Once por costosos modelos exclusivos y marroquinería de origen galo, con los consiguientes perjuicios económicos para las arcas de la República.
• La onda expansiva de la potencial explosión de la Argentina afectaría la frágil y cambiante estructura psicológica de la joven hija de los Kirchner, Florencia, quien se vería tentada de solicitarle a sus padres (a los que nunca pidió nada, respetando la austeridad que ambos impusieron a sus gobiernos) un deseo añejo y, hasta ahora, reprimido: un Mini Cooper, el coche pequeño más caro del mundo. La joven (a la que ya obligaron a cerrar su inocente fotolog) podría sentir que la ingratitud de la mayoría del pueblo argentino no merece su sacrificio de merodear por Libertador, Recoleta y afines, a bordo de un Gol base (sin estéreo ni aire acondicionado), comprado a través del Plan Canje para Automóviles, puesto en marcha por el gobierno a principios de 2009.
• Florencia aprovecharía la ocasión también para que sus padres la llevaran a conocer el mundo. Ya no tendría sentido cuidar la imagen y viajar solamente de Buenos Aires a Santa Cruz y viceversa. Si sus progenitores se quedaran sin trabajo en 2011, ¿cómo afrontarían económicamente sus necesidades turísticas?
• La tambaleante estructura económica de las Obras Sociales, obligaría a los “Gordos” a solicitar un anticipo a cuenta para sostenerlas, antes que las hordas opositoras se apoderen del Congreso y comiencen a trabar partidas. Es probable que caciques sindicales como Hugo Moyano u Omar Viviani, aprovechen, además, para comenzar con los trámites para el Seguro de Desempleo, ante la severa probabilidad que pudiesen perder sus trabajos y su economía familiar se viera seriamente resentida en el futuro.
• El grave riesgo económico que entrañaría una derrota del oficialismo en junio, podría desembocar en la renuncia del Secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno. Su carácter conciliador para tratar con empresarios díscolos, y su sereno análisis del mercado permitieron frenar la inflación en la Argentina y dotar al Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INDEC) de una confiabilidad que no reconoce antecedentes en la historia vernácula.
• La manifiesta vocación antidemocrática y el carácter autoritario de la oposición hace sospechar que para futuras elecciones podría prosperar un proyecto mantenido en secreto hasta el momento. Se trataría de armar futuras listas para los comicios de 2011, en las que los titulares serían personajes públicos o políticos, que encabezarían boletas pero luego no asumirían. Esta aberración manifiestamente inconstitucional llevaría por nombre “listas testimoniales”.
Con semejantes amenazas a la vista, yo no dudaría en votar a los Kirchner.
¿O alguien desea ver cómo la Argentina vuela en pedazos?
Pero soy escritor.
Y, como tal, suelo contradecir a la mayoría y vivo a contracorriente.
Ya lo decidí: no votaré al oficialismo.
Llegado el momento, emitiré mi voto "no positivo", y gracias a la bonanza económica y el crecimiento de mi estado patrimonial en la era K, en caso que se produzca el estallido partiré hacia Cancún o las Islas Fiji, para atenuar las consecuencias del cimbronazo.
Si la fiebre porcina recomienda que no suba al avión, ya no es culpa de nuestro sacrificado matrimonio presidencial, al que en lugar de imitar en su proceder, prefieren tomar para la chacota en la mayoría de los países.
Así les va.