“Tenés que aceptar el combo entero; de lo contrario, no sirve”, le explicaba un simpatizante kirchnerista a mi mejor amigo, en un intento de justificar -con una suerte de obediencia debida- todas las aristas del modelo: las buenas (algunas tendrá, sobre todo los proyectos birlados a la Coalición Cívica) y las malas (que son incalculables).
En buen criollo: el modelo no se discute, a la Jefa no se le planta nadie y todo está pum para arriba.
Las publicidades (falsas) del Fútbol para Todos son absolutamente verdaderas.
Es una calumnia que, un cantautor que despreció a la ciudadanía porteña, tenga –como se comenta- seis dígitos de buenas razones (nacionales) para su felpudismo K.
Los sueños siempre fueron compartidos: los sueños para la gente y el dinero para los que estafaron a la gente. Un manera, cuanto menos inequitativa, de compartir.
En el Mercado Central no se puede vender ni Clarín ni Olé. Lo que no se ve no existe. Lo que no se vende, tampoco.
Los brillantes y jóvenes profesionales de La Cámpora deben controlar los excesos contrarios al modelo, por lo tanto hay que colocarlos en las listas para octubre y distribuirlos en empresas estratégicas del Estado. Que sus sueldos sean escandalosamente oligárquicos, es lo de menos.
Había una época en que los supuestos revolucionarios intentaban predicar con el ejemplo.
No es ésta.
Si el organismo que debe combatir la discriminación es un conventillo, que terminó con la renuncia de sus dos máximas e impresentables autoridades, a las que sólo les faltó tomarse a golpes de puño, es otra campaña de las corporaciones multimediáticas.
Que Filmus no ganara en primera vuelta revela que los porteños son reaccionarios, desagradecidos, ignorantes, nazis, fascistas, franquistas, onanistas y siguen las firmas.
Si una diputada se proclama stalinista no hay nada que objetar: unos cuantos millones de muertos, y para colmo en el pasado, no es motivo para distraernos de lo esencial.
Lo esencial sería el modelo.
Reconozco que ignoro cuál es el modelo.
No soy el único.
Aunque no haya modelo, si se quiere ser un disciplinado kirchnerista, “hay que aceptar el combo entero”, como sostiene un amigo de mi mejor amigo.
El Pensamiento Único es el único pensamiento que no debemos permitirnos.
A esta altura de la historia, el combo entero huele a sopa de Goebbels.
Somos muchos los que vamos armando nuestras ideas con distintos pensamientos, aún con errores y contradicciones a los que no vale temer.
Aceptar hoy la idea de un “combo entero” como si se tratara de una virtud, es dejar en evidencia una brutal ignorancia.